Se me llena la mesa de comer de falta de fe
de desconfianza, de traiciones.
Comemos sin mirarnos.
Ha salido el sol.
¿Tanto os cuesta sonreír?
Llaman a la puerta los días de hacer de todo
porque no hay que hacer nada.
Mira...
es el verano que ha venido a despeinarnos
a llenarnos el país de soles y guitarras.
Siguen rezando de negro las mujeres que han perdido todo,
sigue oliendo más a Cacharel que a hierba,
sigue gris Madrid.
Pero se han llenado las playas de niños que corren dejándose la risa en las olas,
están a rebosar los vertederos de relojes
y por la piel bebemos la luz que el invierno nos regala marchándose.
A mí cada vez me gusta más
la mirada de los diablos buenos.
Debe ser este calor
que me recuerda a lo felices que fuimos bebiendo entre hogueras.
Atardece de madrugada
me ves volviendo a casa
notas en mis pasos las ganas de huir, de perderme lejos, de dejar la cama de todas las noches.
Y tras la puerta que llevo abriendo 20 siempres
me recibes con un mapa y una maleta de caricias:
vámonos.