'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

jueves, 29 de mayo de 2014

Magia.


Camina un poco así
un poco nube
otro poco baile.

Baila, al revés
poniendo el ritmo a las canciones
haciendo al suelo respirar.

Respira un poco aire
otro poco bajo el agua,
respira parecido a tocarse el pelo.

Se toca el pelo
con los dedos de una mano
mientras lee.

Lee y le nacen nidos de dragones en el pelo,
vive lo que lee,
lee todo lo que mira.

Mira y deja huecos en los ojos de los demás,
mira como llevándose todo.

Lleva una cabalgata de flores con escarcha
de gatos huérfanos de tejado
de acrobacias sin mangas
de carrozas vacías, doradas, desgastadas,
pegada en la huella de los zapatos de sus paseos.

Pasea bonito
pasea despacio, sin destino
por las cuatro dimensiones  a la vez
sin caminos
matando de ganas de primavera al asfalto.

Mata con cariño el rato
a base de golpes de sonrisa,
mata lo malo para que nazca bueno.

Nace en cada abrazo
en cada amanecer nublado
en cada caída del nido
en cada forma que tiene el mundo de hundirse.

Se hunde como se hunden los capitanes
con sus barcos,
se hunde en madrigueras pero no cree en conejos blancos,
se hunde y aprende a vivir bajo el agua.

Vive
porque es lo único que cree que tiene.

Tiene una sonrisa paisaje
unas manos madre
un abrigo verde para salvarse del calor y del frío.

Se salva del miedo con la piel
de la realidad con los besos
del verano con el frío
haciendo del invierno un sueño.

Sueña con el sabor del aire ácido de las estrellas
con el niño rubio del colegio
con un gigante escondido en el pasillo del piso de sus abuelos.

Se esconde cuando quiere que la encuentren
porque llama tesoros a los que se esconden
y le gusta jugar con ellos a compartir.

Comparte todo lo que tiene
hasta la forma de dormir.

Duerme con la ventana abierta
de espaldas a la ciudad,
duerme como quien cierra los ojos para creérselo mejor
para pestañear.

Pestañea y cree que se pierde el mundo
que se pierde su sonrisa
que si cierra los ojos siente mejor.

Siente lo que sentimos todos
pero un poco más fuerte,
siente lo que sienten otros lejos
y lo que le hacen sentir.

Te hace sentir
un poco infancia, amarilla, delicada
un poco torpe, tropiezo, caída, canción,
un poco mudanza, pasado, balcón, futuro, imaginación...

mirarla es como saber que ella no es el truco
sino la magia.

viernes, 23 de mayo de 2014

De tiempo y otras formas de desmelenarse.

¿Hace cuánto que no te ríes de ti mismo
del perfil torpemente bello de tu rostro
de la gracia secreta de los tropiezos solitarios?

¿Hace cuánto que no te lanzas al vacío de una duda
para besarla
como no hacen los miedosos
como hacen los que no conocen las respuestas
los que  sonríen sin interrogantes?

¿Hace cuánto que no olvidas la hora
el día en el que vives
la ansiedad de mirarnos siempre desde dentro?

¿Hace cuánto que no le pisas los talones a los sueños
que no escupes el barro de la mentira
para llenarte la lengua del sabor de la verdad,
que no pruebas a desenvolver el regalo de lo inesperado?

¿Hace cuántos cuantos que no te pones los zapatos de las alas en los tobillos
que no te atragantas con el aire de la risa
que no te permites un golpe de amor
de esos que te llenan la mandíbula de agujetas
de lluvia de verano?

¿Hace cuánto que no te dejas caer por la calle de los charcos
que no brindas en los bares porque piensas comerte el mundo
porque has sabido decir 'no'
porque has gritado para romper un silencio transparente que pesaba como la piedra?

¿Hace cuánto que no le das la mano a alguien para cruzar
que no te sientes protector
ni protegido,
que no te dejas llevar por las noches de siempre
con los de siempre
para hacer lo de siempre:
matar a soledad, nostalgia y hasta nunca,
y enterrarlas juntas
antes de volver a casa?

¿Hace cuánto que no le pones caricia a la hostia aburrida de la rutina
que no le das verso a la lista en prosa de las obligaciones?

¿Hace cuánto que no tiras la llave de la tristeza al mar
aunque sepas que siempre vuelve?
¿hace cuánto que no dejas todo para  atreverte?

¿Hace cúanto que no dejas de contar los desperfectos de tu espejo
la lana del insomnio
las arrugas de tus viejos,
los minutos que tardas en torcer la esquina
bajar la calle
saltarte el semáforo
y aparcar
para llegar a la misma oficina plastificada de siempre?

¿Hace cuánto que no dejas de imaginar la música para tocarla
que no coges flores para regalárselas a otra flor
que no rompes un plato para fijarte en el instante en el que no vuelve a ser el mismo?


¿Hace cuánto que no te descalzas para llenar de huellas arqueadas el asfalto
para dar envidia a las nubes intangibles?

¿Hace cuánto que no rompes los vestidos con el dulce
que no te amarras al puerto de los hombros para llorar
que no dices el otro día para decir antiguamente?

¿Hace cuánto que olvidaste el amarillo
que vendiste la libertad rodeando las vallas
que perdiste un tren corriendo y no sentado en el salón de la resignación?


¿Hace cuánto que no llenas tu cartera de juguetes
que no mojas con café el libro de desayunar
que no imaginas tu ciudad cuando era selva
que no recortas de las revistas las fotografías del mar?

Hace cuánto que no te despeinas
y piensas
qué bien me sienta el viento,
qué guapa estoy desordenada.

MC



jueves, 8 de mayo de 2014

Somos pronombres.


La poesía nace para radiografiar el alma de las personas
sin decir su nombre.

En ella se destripan los miedos
se da cuerda a las alas de los sueños
se le quita el polvo al recuerdo
y se brinda por aquellos que abren los ojos ante el miedo.

En ella nos quitamos el sombrero por la tristeza
nos inclinamos ante la fuerza de lo invisible
y  descorchamos  y dormimos el amor.

En ella inmortalizamos los detalles de la vida
las huellas de la piel en el aire
los gritos que se rompen en silencio
y el tacto de aquello que sabemos que nunca vamos a volver a tocar.

La poesía es un desnudo.
Un tú
un él
un ella.
Un retrato sin pudor
de los huecos que dejan las personas en nosotros.


En sus calles no caben los títulos con los que nacemos,
ni las señas que damos cuando queremos que nos encuentren.
Porque sus ciudades nacen de aquello en lo que nos convertimos cada día
de todos nuestros pasos contados
-que en verdad es lo que somos-.

Porque la poesía es fruto de una pérdida: la nuestra propia.
Es la sonrisa que queda en el espejo
cuando nos miramos
después de que el mar -que es la gente-
nos arañe la arena
y se la lleve a otras playas.

Por eso sabemos
que basta encontrar pronombres
leyendo aquello que un día dejamos atrás
para reconocer los rostros de las razones antiguas:
las caras de aquellos cuyos nombres preferimos no escribir
por miedo
a necesitarlos algún día.

Porque la poesía era una llamada al futuro
una orden de alejamiento contra el recuerdo
un rastro de ganas de siempres.

Uno no puede ser más
que las huellas que deja en el resto de las personas.
Por eso no es necesario
decir como se llaman nuestras heridas,
porque poner nombre a las cosas es a la vez
necesidad de explicar algo sin sentirlo
y símbolo de cariño, y a veces hay que saber huir de él.



MC