'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

jueves, 8 de mayo de 2014

Somos pronombres.


La poesía nace para radiografiar el alma de las personas
sin decir su nombre.

En ella se destripan los miedos
se da cuerda a las alas de los sueños
se le quita el polvo al recuerdo
y se brinda por aquellos que abren los ojos ante el miedo.

En ella nos quitamos el sombrero por la tristeza
nos inclinamos ante la fuerza de lo invisible
y  descorchamos  y dormimos el amor.

En ella inmortalizamos los detalles de la vida
las huellas de la piel en el aire
los gritos que se rompen en silencio
y el tacto de aquello que sabemos que nunca vamos a volver a tocar.

La poesía es un desnudo.
Un tú
un él
un ella.
Un retrato sin pudor
de los huecos que dejan las personas en nosotros.


En sus calles no caben los títulos con los que nacemos,
ni las señas que damos cuando queremos que nos encuentren.
Porque sus ciudades nacen de aquello en lo que nos convertimos cada día
de todos nuestros pasos contados
-que en verdad es lo que somos-.

Porque la poesía es fruto de una pérdida: la nuestra propia.
Es la sonrisa que queda en el espejo
cuando nos miramos
después de que el mar -que es la gente-
nos arañe la arena
y se la lleve a otras playas.

Por eso sabemos
que basta encontrar pronombres
leyendo aquello que un día dejamos atrás
para reconocer los rostros de las razones antiguas:
las caras de aquellos cuyos nombres preferimos no escribir
por miedo
a necesitarlos algún día.

Porque la poesía era una llamada al futuro
una orden de alejamiento contra el recuerdo
un rastro de ganas de siempres.

Uno no puede ser más
que las huellas que deja en el resto de las personas.
Por eso no es necesario
decir como se llaman nuestras heridas,
porque poner nombre a las cosas es a la vez
necesidad de explicar algo sin sentirlo
y símbolo de cariño, y a veces hay que saber huir de él.



MC








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