'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

lunes, 27 de enero de 2014

La noche de las 102 verdades atropelladas.

Hoy es día de teléfono y verdades.
De empezar al revés: diciendo que nos odiamos
y terminar al derecho: dándonos las gracias
por las tantas veces tontas que nos mentimos
y nos arrepentimos después
sin atrevernos a no decir la verdad.

La verdad es una dama vieja,
con la que hace siglos que no se juega.
Vaga por el tablero de nuestras infancias más amarillas y lejanas
a rastras
para dolernos y ayudarnos,
siempre 'una vez más'.

Perdonadla,
porque está tan dolida y tan pisoteada
por los prejuicios
los besos por sms
y las mentiras de los manuales de autoayuda
que casi no la vais a reconocer.

Hemos avanzado a ciegas por el camino de la historia
-la del mundo
y las nuestras propias-
enterrándola con los dogmas de las religiones monoteístas,
negándola de principio a fin
con todos los saberes de la filosofía que hablan de una
sola
y única
solución universal.
Pero lo cierto es que al final
nos miramos más de la cuenta,
y los ojos, que nunca mienten,
nos descubrieron haciéndonos de rogar.
Resultaron ser más de una,
más de mil y un verdades, en concreto.
-tú mismo las contaste-

Me dijiste llorando
que había una por cada noche que sin dormir
nos dimos a las conversaciones con la almohada;
otra, por cada vez que nos acompañamos a casa,
primero siempre a la tuya
después siempre a la mía, por si acaso.
Otra, por cada paseo largo
en el que no nos dimos la mano
por miedo a que fuese el último.
Y otras tantas por cada vez que nos interrumpimos la felicidad
pestañeando.

Más de mil y un...

Tantísimas verdades acumuladas
no solo son un mal presagio
sino que además son muestra
de que es tarde para achicar tanto agua.
A veces es mejor abandonar el barco a tiempo
y aprender a nadar en la tormenta
un poco más solos.

La noche que nos conocimos, por ejemplo,
fue la noche de las verdades atropelladas,
102 me gustas, al tercer parpadeo
fue un exceso innecesario,
tan innecesario que, a mi gusto,
sobraron las ganas de querer jodernos la existencia.

Pero bueno... ¡muchos amores nacen así!
me dijiste, como quien habla del tiempo en el autobús.
Y en un intento suicida
de arrojar el mundo por la ventana de un apartamento de ensueño con vistas al mar,
nacimos de nuevo
yo más mitad tuya y tú más mitad mía,
pero nacimos.

Se pasaron los días de hasta siempre
los primeros malos tragos
y también aquellos que llamamos
los días contados;
sin darnos cuenta
de que nos quisimos tanto
que ahora somos un poco más inmortales,
y matar lo nuestro
va a ser un poco más imposible de lo que planeamos aquel verano.
Aún no existen edificios tan altos
como para matar algo tan fuerte.

Tú siempre decías que yo era una cobarde.
Que lo bueno de hacer poesía
es que no teníamos la sensación de estar echando la llave a nuestros sentimientos
sino de estar grabándolos para siempre.
Y aquí sigo,
aunque eso no es valiente.

¿Sabes?
esa fue una de las pocas verdades
que decías mucho
para disimular la falta de tiempo
que nos llevó a hablar de ésto,
hoy
día de teléfono y verdades,
o lo que es igual,
día de las distancias rotas
con la lectura de nuestro diario personal,
ese que en secreto escribimos cada semana.

El ser humano es así de bajo a veces,
escondemos nuestras verdades
y sólo nos enfrentamos a ellas
en el papel
cada siete días, o así.

He llegado a la conclusión
de que el mundo sería un lugar mejor
si los diarios secretos no existiesen.
Si fuese más bien como un calendario de experiencias
que pudiésemos prestar a nuestros hermanos y amigos
para entendernos mejor,
para romper el tabú de la sinceridad,
para no tener que intercambiar anillos como símbolo de fidelidad
ni maldecir la duda, y el miedo,
ni el dónde está, ni el con quién.
Si leyésemos nuestros diarios en alto
aprenderíamos antes a expresarnos
y no sólo evitaríamos los malentendidos
sino que además, no sería necesario tener que pedir perdón
tan de vez en cuando.


En fin...
No culpéis a la verdad
si un martes os hizo reír
y un jueves llorar,
porque ese es el orden del amor
cuando empieza una buena historia.

No queráis entender nunca
la facilidad con la que algunos mienten;
no subestiméis el perdón
ni los besos en la mejilla;
no queráis ser el punto y final de nadie
porque dónde cabe uno caben dos
y dónde caben dos caben tres,
y los puntos suspensivos
casi nunca prometen sonrisas.

(...)

MC

martes, 21 de enero de 2014

Crecer. Retroceder

Creces hacía arriba hasta que te das cuenta de que tu vida está volviendo hacia atrás.
Retrocedes cada día medio paso
y así hasta que estás cerca de volver a empezar.
Dicen que según vas creciendo tu forma de ver la vida va reforzando las manías de la infancia.
Y sí, tienen razón.

Cuando descubres lo lejos que estás del principio
sientes miedo si no recuerdas algún detalle de tu infancia,
empiezas a prestar atención al ayer y al mañana
y besar a tus padres antes de dormir vuelve a tener un sentido.

La adolescencia es como un bache.
Una pérdida de identidad.
Te desprendes de todo lo tuyo y  los bolsillos nos empiezan a pesar demasiado poco;
¿será por eso que aquellos años nos dio por probarlo todo?
Por llenarnos de desaciertos vacíos. De futuros arrepentimientos. De alegrías irrepetibles.

A los 15
tus pertenencias se amontonan en dos grandes afirmaciones:  ahora  y  no me importa;
para darte cuenta, 4 años después,
de que al final tu patrimonio se reduce a detalles del tamaño de pendientes:
un carnet de biblioteca, un puñado de recuerdos y las ganas de volar.

Va a ser abril, como quien dice 'pasadomañana', así de seguido;
y me voy a ver con 19 primaveras bajo el brazo,
sin saber muy bien, si lo de recuperarse a uno mismo es malo, o bueno
o mejor;
Eso de merendar otra vez chocolate,
de volver a los zapatos planos en Navidad
y de abandonar los pequeños vicios,
¿va a tener su recompensa? ¿o a partir de ahora el tiempo va a pasar tan rápido que sólo vamos a poder mirar hacia atrás?

Echo de menos tantas cosas
que no me atrevo ni a volver a empezar,
por si no salen igual.
He sido tan feliz, que ahora todo me sabe raro.
Incluso he dudado de si fue bueno ser tan feliz...
cuanto más mayores somos más pensamos y peor.
-que duda tan estúpida-

Yo, que me había jurado una estancia infinita en las tierras de Nunca Jamás
-hace ya unos 12 años-
he vuelto a abrir mi ventana,
por si cuela.
Por si me perdonan los 14 y los 15 y los 16
y el descuido de mí misma no deja más secuelas que los desaciertos y las ganas de volver al ahora y al no me importa.


MC

domingo, 12 de enero de 2014

de cartas, caras bonitas y puntos suspensivos

Los  puntos suspensivos
nos llenan el estómago de 'sinpalabras'.
No sé que quisiste decir
con eso de
...
el caso es que no pude pedirte nada:
ni un 'quédate, no te marches'
ni medio 'yo te quiero'
ni un 'déjame, al menos: besarte'.
Es como una maldición
en la que cada punto
te roba una frase.

Qué cruel es la duda
cuando se deja escribir
y no responder.
Qué difícil salir del pasillo
cuando no hay letreros en las puertas,
y confundes la calle con su cuarto,
y tu cuarto con su escritorio.

Cuando me haces así: ¿ ?
con toda tu cara
-bonita-
al espacio entre este '¿' y este otro '?' 
lo llamo 'corredor de la muerte'
o mejor aún
'la milla verde'.

Cuando estás detrás de la mesa del café
escuchándome con los ojos,
abriéndome el buzón de las ganas
y llenándolo de posdatas largas,
siempre recuerdo
que siempre supe
que utilizar folios A3 en mis cartas
era excesivo.
Y que los sobres reutilizados
al final
no son más que motivos de tristeza.
Abrir un sobre de hace tres años
-con mi antigua dirección tachada-
con una carta peligrosa de antes de ayer,
es como mirar la boca que un día te dijo 'te quiero'
vocalizando,
con todas sus letras:
't e    o d i o'.

Ahora dudo
si tus cartas eran mensajes
o un mero póquer
inventado.


Y es que al final
lo hicimos todo bajo el mismo sello
bajo la misma orden divina de: Correos,
y ahora en mi salón no caben más cartas
ni en mi pecho más letras de ti.

Es como querer morir
despegando sellos de París
-y recordar aquel hotel-
para pegar uno
con la cara de un rey feo.
Malditas postales.
Ahora el recorrido hasta tu portal
a mis ojos
parece un campo minado de puntos suspensivos.

Siempre recuerdo
que siempre supe
que aunque solía olvidar tu cumpleaños
-por dentro-
te estaba regalando demasiado de mí.
y que algún día
no entendería el idioma de tus posdatas,
no olvidaría tu dirección,
y de tanto evitarlo
no recordaría donde conseguir sobres para devolver todas tus cartas.

MC



miércoles, 8 de enero de 2014

Os hablo de saltar del nido.

Estos Reyes Magos están locos. Me han regalado una mochila preciosa de cuero oscuro.
¿Sabéis lo que significa eso?
Yo lo supe en cuanto la vi.
Mi madre siempre dice que esas mochilas ‘son para toda la vida’.
En apenas un minuto pude calcular qué cosas cabían dentro y cuales iba a querer llevar. Mi cámara de fotos, mi cuadernillo para escribir, un libro y mi jersey azul.‘No quiero que quepan más cosas’ pensé.
Quizás os parezca poco cuando os diga que pude verme recorriendo el mundo sólo con ella, con mi mochila.
Me vi en ciudades grises y en ciudades de colores, en montañas secas y en montañas entre nubes, me vi en mitad del mar y en playas de esas que nunca se terminan, en aldeas pequeñas y en interminables carreteras, incluso me vi en el desierto.
Supe que ese olor a cuero moro sería mi almohada en los vagones de muchos talgos camino del norte, en muchos bancos tras las noches de escapadas, en muchos áticos con vistas a Granada, a Quebec, a Estambul, a Moscú, a Siena y a París.
Distribuí mentalmente mi equipaje en cada bolsillo y sentí ese remolino extraño que se le hace a uno en el estómago cuando está a punto de volar.
Y no hablo de volar en avión, ni si quiera de volar a pelo como los pájaros… no. Os hablo de saltar del nido, de venderse al mundo -yo le escribo y él me muestra sus tesoros- . Os hablo de terminar mi novela una noche de tormenta escuchando el mar, de tocar la guitarra una mañana de descanso entre prados, de pisar el kilómetro 0 en todas las ciudades de Madrid a Madrid dando la vuelta a la tierra siete veces...
Enseguida me imaginé hablando ruso, quemando el vértigo en los fiordos noruegos, haciendo amigos en Senegal y probando serpiente en Tailandia.
Ahora tengo una mochila para toda la vida, y la vida ha empezado hace poco, así que imaginaos las ganas le tengo al mundo, la necesidad de dejar de inventármelo y poder decir que está siendo verdad.
Como podéis ver, estos Magos de Oriente… no saben lo que hacen.


MC
A mis padres, por darme alas.