'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

jueves, 22 de octubre de 2015

una cantimplora metálica

Acabo de destapar una cantimplora metálica, de esas verdes, que llevaba unas semanas abandonada en una esquina de mi cuarto todavía con cuatro dedos de infusión.
He metido la nariz, por supuesto, y la mezcla fría de hierbas y agua me ha llevado a las marchas por el monte en invierno, a las noches de manta, bosque y estrellas. Me ha llevado a los picos más altos, y me ha traido al frío mar del norte pegándome en la cara, al viento helado en las manos.
Me ha olido a mi gorro azul lleno de enganchones y arenas de playas, al cuero de las botas duras pero buenas, al barro de los caminos que nos inventamos cuando queremos llegar, a no se sabe dónde, para asomarnos, a no sabemos que horizonte, pero que nos llama, nos llama con todas sus voces.


Benditas aventuras
de cantimplora metálica.



martes, 14 de julio de 2015

Verano

Se me llena la mesa de comer de falta de fe
de desconfianza, de traiciones.
Comemos sin mirarnos.
Ha salido el sol.
¿Tanto os cuesta sonreír?

Llaman a la puerta los días de hacer de todo
porque no hay que hacer nada.
Mira...
es el verano que ha venido a despeinarnos
a llenarnos el país de soles y guitarras.

Siguen rezando de negro las mujeres que han perdido todo,
sigue oliendo más a Cacharel que a hierba,
sigue gris Madrid.
Pero se han llenado las playas de niños que corren dejándose la risa en las olas,
están a rebosar los vertederos de relojes
y  por la piel bebemos la luz que el invierno nos regala marchándose.

A  mí cada vez me gusta más
la mirada de los diablos buenos.
Debe ser este calor
que me recuerda a lo felices que fuimos bebiendo entre hogueras.

Atardece de madrugada
me ves volviendo a casa
notas en mis pasos las ganas de huir, de perderme lejos, de dejar la cama de todas las noches.
Y tras la puerta que llevo abriendo 20 siempres
me recibes con un mapa y una maleta de caricias:
vámonos.



lunes, 25 de mayo de 2015

Lo que no nos contaron.

Nos han parido desnudos bajo un cielo con alas a elegir: plumas o metal.
Un cielo arropado de inviernos y ciudades que un día haríamos nuestras,
un cielo ojeroso de veranos de azul para curarnos.
Desnudos fuimos lo que ya no recordamos
y desacalzos nos llenamos de juegos,
de sonrisas amarillas, de no imaginar lo que se nos iba a venir después,
después de no recuerdo qué día.

No nos avisaron de mil cosas
no nos avisaron del amor, y nos vimos hundiéndonos en lo profundo sus tormentas
no nos avisaron de la humanidad, y nos sentimos el animal más perverso
tampoco de la oscuridad, y nos asustamos
ni de la muerte, y empezamos a no encontrarle el sentido a la vida...

Pero amanecimos día a día
como todos los demás
en camas y países diferentes
con personas y sueños diferentes
con miedos y alegrías diferentes
recordándonos que en mitad de ese caos
de todo lo que no nos contaron cuando íbamos descalzos

...existíamos nosotros.
Cada
uno
de
nosotros.

E izamos nuestras velas en busca de los besos
incluso nos acostumbramos a respirar bajo el agua salada de después
-de cuando ya te has ido con tus ojos a iluminar la otra parte del mundo-
Y descubrimos las estrellas de la oscuridad,
y encendimos las velas.
Caminamos tanto entre tantas gentes que hasta encontramos personas buenas
y las imitamos
para sentirnos casi extintos.
Lloramos tantas veces la muerte
que decidimos darle nosotros un sentido a la vida,
y nos pusimos como locos de ciudades
de cervezas
de amigos
de guitarras,
y nos llenamos de canciones viejas por amor
y dejamos de hacer el equipaje por volar más alto
-por no cargar con el pasado-

Y nos descubrimos un día cualquiera
un martes como hoy, por ejempo,
con los ojos acostumbrados a la penumbra de los bares
el pelo lleno de flores, de pájaros
y las manos llenas de recuerdos de otras manos,

Nos descubrimos felices
indefensos
          tan humanos
que hasta entendimos que nadie nunca antes nos lo hubiese contado
que nadie nos hubiese dicho que la vida iba a ser así
pero que para eso estábamos ahí
por lo bonito del volver a sonreir tras el naufragio,
para estrellarnos contra su pecho,
para que trás cada momento vivido
no encontremos nunca el camino de retorno a nuestro ser anterior,
para seguir
día a día
amaneciendo como todos los demás días
en camas y países diferentes
con personas y sueños diferentes
con miedos y alegrías diferentes
recordándonos que en mitad de este caos de luces

      existimos.

MC

domingo, 12 de abril de 2015

Era una mentira preciosa.

Era una flor de ciudad,
una de esas que crecen entre los edificios
para recordarnos que existe la vida más allá.

Se vestía los labios de rojo
para que pareciesen bonitas todas sus mentiras.
Le gustaba bailarnos a todos, sin tocarnos
le gustaba matarnos.

Parecía una nube de esas blancas
posando en mitad del cielo
invitando a fantasear.

Se comía el mundo a cada paso
a cada gesto
cada vez que riendo intentaba respirar.

Era mi excepción, nuestra excepción, la excepción de ella misma,
mi razón para pintarlo todo de colores,
era una loca
era como quedarse jugando un domingo hasta las tantas.

Solía recordarme a los veranos en el sur de España: descalzarse en las plazas
desnudarse al sol
llenarse los dientes de lunares y cervezas.


Era.
Ahora mi cara la echa de menos,
fue una mentira preciosa.


lunes, 23 de febrero de 2015

20 Mujeres.

Una pelirroja deletrea ''lluvia'' en una clase de lenguas muertas en una cafetería de Dublín.
Una madre de ojos miel cose botones de cristal a una chaqueta de segunda mano en un primero izquierda dos calles más allá de Preciados en Madrid.
Una rubia de cuento sonríe a nadie en una playa fría del mar en Nordjylland.
Dos ancianas hablan entre murmullos de la muerte mientras cosen redes en un pueblecito griego.
Una secretaria se agarra a una farola para sacar una diminuta piedra de su tacón en una Quinta Avenida en la que solo existe el asfalto.
Una quinceañera llora escuchando su canción acurrucada en el vagón de una antigua línea de metro rusa que aún funciona.
Una morena, también de espíritu, baila con un vestido de flores celebrando que es libre en el balcón roto de un bloque en un barrio pobre de Brasil.
Una mujer con pintalabios mira su reloj mientras se abrocha un abrigo negro y se muerde el labio inferior preocupada.
Una niña con zapatos de princesa y corona mira ensimismada las burbujas que un hombre con hambre lanza al aire por unos céntimos en un parque de París.
Una casada arrepentida de ojos verdes sueña sentirse musa reflejándose en los cristales de una tiendecita de Montmartre.
Una mujer de cabellos blancos se agacha despacio para cambiar unas flores secas por otras aún casi sin abrir en un pequeño cementerio lleno de árboles a las afueras de Bremen.
Una mujer se maquilla para sí misma en el retrovisor de un coche viejo en la cima de una cuesta de San Francisco.
Una veinteañera que ya vive lejos de su hogar sale sin peinarse a comprar dulces a una tienda de chocolatinas en Bélgica.
Cuatro compañeras de trabajo celebran con un abrazo un no en un restaurante extraño en el centro de Tokio.
Una hija que lo ha perdido todo ordena sus recuerdos en forma de fotos arrugadas en su cartera a la salida de un instituto medio derruido en Irak.
Una joven con ojos de dolerle el mundo se sube a una estatua sin sentido con una bandera blanca en la mano entre la multitud de una protesta por la paz en Siria.
Dos amigas vestidas con lentejuelas espantan palomas mientras corren dadas de la mano por una calle estrecha en un amanecer Veneciano.
Una maestra de ojos azules hace ruido con las pulseras sobre la barandilla congelada de un mirador en Finlandia mientras habla de la extinción del oso polar.
Una mujer de pelo largo hasta la cintura sorbe de un cóctel rojo en la terraza de un barrio latino de Santa Fe por el que le gusta pasear.

20 de hombres las miran. 20 hombres se enamoran.

MC



jueves, 5 de febrero de 2015

Llegaste. Gracias.

Llegaste a mí
en uno de esos momentos en los que la fiesta de la vida
ha dejado de ser ruidosa
y las lámparas de reflejos ya no pegan con las conversaciones,
y la música se va deshaciendo despacio
y la gente se abraza
como si otra noche más se les hubiese hecho corta
y esa fuese la mejor manera de decir el amor.

Llegaste en ese momento en el que se despiden,
de uno en uno,
con la sonrisa triste de saber que una vez más ha sido perfecto
y que pasará mucho tiempo hasta la próxima.

Llegaste
justo
cuando ya ha pasado el suficiente tiempo de silencio
como para dejar de echar de menos
a los que un día fueron 'los de siempre'.

Llegaste para rodearme la cara con los dedos
y verme dormir entre el confeti
como el que se deja flotar por encima de sueños que en otro momento fueron felices.

Llegaste para prometerme sin querer
que todo iba a salir bien
si yo lo quería.
Y una tarde azul de febrero en la que Bob Marley
tarareaba un no woman, no cry en una radio lejana
me miraste por encima de los libros que estudiábamos
y me dijiste que no me imaginabas llorando.


Llegaste
para hacerme ver
sin querer
que yo era yo, y que sin que te lo contase
tú sabías verme.

sábado, 3 de enero de 2015

A cámara lenta

Hoy lo he visto.
Sí.
Hoy he visto como se te para el mundo
cuando me miras.

Tenías razón,
que real es la felicidad
cuando lo nuestro va a cámara lenta.

He visto como dejabas de lado el café
y la taza hacía una marca circular sobre la mesa.
He visto como la niña rubia de los vecinos
se quedaba suspendida en el aire
sobre un charco.
He visto como cada segundo de sol de invierno
se convertía en un verano invisible
nos rozaba los tejados
alargando las sombras
espantando  los pájaros.
Nunca imaginé
que fuese tan imposible
parpadear
cuando un pájaro bate sus alas a cámara lenta.
Sólo entonces te das cuenta de la suerte que tú tienes de estar justo ahí,
justo ahí,
presenciando el milagro de volar.



Hoy he visto como se te para el mundo
cuando me miras.
He entendido, entonces
lo obvio que te parece querer vivir.

¿Sabes?
Yo también quiero.
Aunque haya que seguir respirando siempre,
-siempre significa que también cuando duela-

En el desayuno hemos hablado de un oso polar
haciendo equilibrios
sobre el cadáver azul del Ártico.
Siempre me ha encantado
esa cotidianidad
con la que hablamos de salvar el mundo.

Hay personas
cuyo salvavidas es un disfraz de la vida.
Se maquillan de rosa las mejillas
como diciendo:
aquí guardo besos recientes.
Personas satisfechas, cada fin de año,
porque creen que en esos 365
han dado con la respuesta.
Con la fórmula secreta de la felicidad.
¿Te lo puedes creer?

Yo, después de asomarme cada día al mundo
vuelvo a casa con sed de tumbarme boca arriba,
cierro la puerta
-como si el universo fuesen las cuatro paredes que nos encierran
y la ciudad un fantasma en un armario-
cierro la puerta con ganas
-como quien pasa una canción que no le gusta-
me doy la vuelta
y te veo a ti
habitando despacito todos los rincones de mi casa,
cumpliéndome los sueños
con los ojos azules de no pertenecer a este mundo
y escuchando la radio
con la alegría más humana.
Tú,
tú,
tú,
tan de aquí y tan de ninguna parte,
tú sin nada,
cariño,
tú sin nada eres un baile contra todas las ruinas.

Entonces el resto,
todo eso que ruge al otro lado de nuestra puerta
se convierte en un intento mecánico de latir
y nosotros nos reímos ante su mentira.

Nos gusta sentirnos ciertos.


MC