'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

sábado, 22 de marzo de 2014

Somos huellas de nuestro pasado.


Cada día nos despertamos con una marca más,
con alguna herida menos.
Con un rostro un poco más viejo
y un balcón nuevo en nuestra fachada con vistas a la vida.





Somos huellas de nuestro pasado.

De cada segundo de nuestro pasado.


"He pasado tantas veces páginas en mi vida, que he tenido que volver al prólogo para saber quién soy"
Lo dice Ernesto. Que es un buen poeta. 


Mi prólogo, ese que tantas veces he intentado escribir,
dice que yo solía taparme los oídos cuando olía a pólvora.
Que los primeros minutos de la primera nevada del año
los pasaba mirando al cielo,
viendo como se rompía en mil pedazos.

Dice,
que he jugado con espadas hasta los 13 años
he leído Peter Pan hasta los 18, y espero hacerlo hasta los 100.
No he temido a la muerte
y me he reído de ella con todos mis dientes de leche.
He escupido en pócimas de tierra, hiervas y sal.
y he intentado respirar bajo el agua, mil y una veces.

Menciona
así, de pasada,
que me daba más miedo el silencio por la noche que las tormentas.
Y que he soñado tan fuerte
que creo que una vez volé
y fue de verdad.

Sí...
he visto lluvias de estrellas que se apagaban en el suelo.
he tenido amigos desde que nací, y algunos aún son los mismos.
He tenido la costumbre de creer en Dios,
y he querido reencarnarme.
Siempre iba a por el pan.
Siempre usé una bicicleta demasiado grande.
Siempre volvía del mar triste.
Siempre esperaba encontrar hadas en mi jardín.
Y siempre creí en la magia.

He perseguido a los que cazaban mariposas.
He creído que había dragones en Siete Picos.
He odiado las leyendas que hablaban mal de los hombres.
He regado muchas flores,
y una vez inventé una canción con un piano.

He dicho te quiero a mis abuelos.
He plantado guisantes en vasos transparentes todas las primaveras.
He querido ser pez, golondrina, pirata y princesa,
y de mayor
voy a ser exploradora.


He dado noticias de muertes,
y de nacimientos.
He dicho hola cien veces cada día de mi vida.
He sustituido los adioses por hasta luegos.
He saltado mil vallas.
Me he perdido atravesando los bosques de galería de un río.
He llorado por amor.
Un día cogí una salamandra venenosa.
Y una vez inventé una palabra.

Todos los años pedía crema de espinacas para mi cumpleaños.
Todos los días comía chocolate a escondidas.
Todos los meses me he reído.
Siempre he tenido arritmias, pero todos los minutos de mi vida mi corazón ha latido.
He respirado en casi todos los minutos
y he dormido con los ojos abiertos.

Solía levantarme sonámbula buscando pinceles
solía bailar vals cuando llegaba diciembre y a las seis era de noche,
y solía comerme el hielo que cuelga de los tejados.
Recitaba Tagore en alto, cada noche antes de dormir.
Me disfrazaba cada fin de año
y una vez vi a Gaspar.

Además
escuché las risas de una playa en una caracola.
Odié mi primer sujetador.
Preferí los vestidos largos.
Intenté leerme el diccionario.
Jamás he usado una misma firma, porque se me olvida.
Tiré un vaso de agua por cada comida.
He roto tantos platos,
que en mi casa hemos cambiado más de vajilla que de mantel.
Y siempre me gustó llorar más en el cine que en la cama.


No me han roto el corazón, aunque sí me lo han robado.
No me han enamorado nunca, sin hacerme reír.
He querido casarme con mi padre.
He querido parecerme a alguien que no era yo.
He dicho la verdad, tantas veces, que suelo decir que soy sincera,
y he mentido
hasta el punto de no reconocer la verdad.

Me gustaba columpiarme hasta que me mareaba.
Me gustaba un niño, porque una vez bailé con él.
He abrazado a una amiga en París.
Incluso he dado consejos sobre amor a personas que tenían casi 45 años.

He despistado al revisor en el tren.
He visto un eclipse de sol.
He dormido sin techo.
He bailado con y bajo la lluvia.
Me he bañado en el mar cantábrico en noviembre.
He dormido todos los veranos con la ventana abierta,
y en camisón
porque yo siempre fui un poco Wendy.



Que yo recuerde,
ahora,
así,
-como quien recita la lista de la compra-
ese es mi pasado.
Eso,
y muchas cosas más
que ahora no me salen.

Así que ya sabéis,
si alguna vez os sentís perdidos y no sabéis muy bien cómo encontraros,
mirad hacia atrás, haced recuento,
registrad vuestros pasos, vuestros gestos,
todas las formas de las que habéis tocado el mundo...
eso sois vosotros.
Eso somos.

MC











miércoles, 5 de marzo de 2014

De personas con alas.



No será ésta
la primera
ni la última vez
que oís
eso de que la gente
no es más que tráfico
en las arterias de la vida;

ni eso que suelen decir,
cuando nos quedamos solos,
de que el mundo es el mar
y existen miles de millones de peces
ahí fuera,
en ese lugar
que no llamamos hogar
pero que sí lo es.

Eso siempre nos ha hecho sentir
un poco
a contracorriente
¿verdad?
Todos sabemos
desde bien temprano
lo que es sentirse
solo entre la gente.

Espero que ésta
no sea tampoco la primera
ni la última vez
que oís
eso de que aquí
lo único azul es el cielo
y el resto
son reflejos.

Vamos,
que lo del mar...
                         es trampa.



Hace ya tiempo
descubrí
que todas las historias
empiezan así:
cuando llamamos azul
al color de lo puro,
de lo real.
Al color de las cosas
que todos buscamos.

Nuestra historia fue un poco así,
un poco reflejo
y otro poco
cielo de verano.

Supongo que sabéis de lo que hablo;
seguro que vosotros
también tenéis una historia
que empieza en unos ojos azules
y termina en unos párpados
inertes;
que empieza en las estrellas
y termina
con una tormenta.

Podréis perdonarme
si os digo
que puestos a mirar la vida
a través de espejos,
merece la pena
olvidarnos de todo
y volcarnos mar adentro
como marineros
sin deudas con la tierra.

Qué me decís
si además, os digo
que los que os han dicho
que existen muchos peces
ahí fuera
en todo ese reflejo azul,
es porque nunca
han conocido un pájaro,
y que no tienen
ni
idea
de lo que es volar,
ni de lo fácil que es ahogarse
cuando te cortan las alas.

De lo que significa
que te hagan nube,
y que llegue el frío
y en vez de morir
como las flores de la tierra,
te precipites,
en la caída más viva
de la historia de tus segundos,
para hacer feliz,
ni más ni menos
que a las personas que bailan bajo la lluvia.

Cierra los ojos.
Imagínalo.

Supongo que todos
estáis pensando
en esa fotografía
que
al final
nunca os hicisteis.

Supongo que ahora
me odiaréis,
por romperos
todos esos proyectos de olvido
tan frágiles
que lleváis meses preparando.

Y lo siento,
pero los finales
también están en su derecho
de ser historia,
con comienzo
nudo
y desenlace.

Mi historia,
vuestra historia,
es un intento más
de llenarnos la vida
de personas de esas
que destiñen azul
por todas partes,
y que presumen de cielo
y de playas,
y que pueden volar
si se lo pides.

Personas que seríamos incapaces
de imaginar
en mitad de ese tráfico de gente
indiferente.
Personas que nos revolotean
y nos hacen descubrir
verdades
tan diminutas
como universales.
Tan complicadas
como vivir
y ver que se acaba;
tan tristes
como entender
que el día que nacimos
no fue más
que un desperfecto
en las rutinas de la inexistencia.

Decimos 'gente'
con tono despectivo
a todos aquellos
sin huellas azules,
sin huellas en nuestra vida;
Porque, entre ellos
y sus ir y venir,
las personas de verdad
se ven quietas,
solas
entre miles de millones de iguales.

Porque en ellos,
en su tráfico,
no nos caben
las personas con alas
ni los espejos sinceros,
ni el aire
para volar.

Porque
como buenos hijos de Ícaro,
nuestras historias
nacen
con vistas al cielo,
y mueren
con una zambullida
sin acrobacias,
rumbo al centro de la tierra.


MC