'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

jueves, 11 de diciembre de 2014

Con refranes y a lo loco.

Chsss, tú,
que al mal tiempo buena cara
¿y si llueve?
y si llueve bailamos.

No te quejes del silencio
y disfruta de como el gato te come la lengua.

Que ni la tercera
sea la vencida,
porque aquí hemos venido con uñas y dientes
a no dejarnos ganar. 
Porque a tontas y a locas
la vida son un sin vivir
un amor a pelo
un invierno a quemarropa
una tumba abierta llena de flores
y tres días,
ah, y sonríe,
que vamos por el segundo.

Cada mochuelo a su olvido
cada gato con su luna
y si algún día se nos cae el mundo encima
pues carretera y manta,
y a volar.

Contra lo de ahogarse en vasos de agua
una ventana con vistas al mar
que hace que todo duela menos.
Y contra lo de ser esclavo de una ciudad
pues cómprate un bosque,
piérdete,
planta fresas
y corta por lo sano.

No eches tanto de menos
que aquí lo único que es de (y para) toda la vida
es el respirar.
Y eso de las despedidas a la francesa
al final, lo único que hacen
es que sintamos que lo único que nos queda es París,
y es una pena
porque el mundo es muy grande
lo mires por donde lo mires, ojos de mar.

Disfruta la calma
y la tempestad
y la calma
y la tempestad
y así siempre,
es decir
disfruta tu vida.

Échate flores,
y cuando te digan que estás como una regadera
riégales las suyas,
para que vean
como de bárbaro es el jardín ese de estar en las nubes.

Presume de primaveras
de las que tienes
y de las que te quedan,
porque las pongas donde las pongas te quedan bien.

No olvides hacer de vez en cuando de corazón tripas
para tenerle hambre al amor
que se necesita igual.

Hazle el agosto
a todo el que veas que pierde sus hojas
porque el verano...
el verano siempre sabe como arreglar los rotos.

Que si vas a no hacer nada
que sea mirándole el ombligo a otro
o a otra,
o a un poeta, o a un abogado, o a un amigo de una noche,
o a un marinero, o a un hombre sin sueldo,
o al amor de tu vida,
porque para los gustos: colores
y en los muros de esta ciudad gris
los niños con capucha todavía pintan arcoiris.
Que así perder el tiempo
no sea más que un juego
y baste con contar hasta diez con los segundos
para darnos cuerda y seguir.

Que quien tuvo, retuvo
y suma y sigue
y que por eso nunca es tarde para intentarlo.

Si todos los caminos te llevan a Roma,
pues vuelve a las andadas
y toma otra cerveza de esas que burbujean de ganas,
que como dijo un sabio griego
sólo hay un principio motriz: el deseo
y yo he venido aquí
para contarte un secreto
bajito, al oído:
que si te van a querer 
que te quieran alto. 
Muy alto.




MC






domingo, 30 de noviembre de 2014

De momento, para siempre

Pongamos que se está acercando un día de abril
como en la canción,
y que después de tres meses de lluvia
el cielo está azul,
como en tus ojos.

Pongamos que te estoy esperando en un banco frío y nuevo
en el parque más viejo de Madrid,
que llevo ese vestido granate que te gusta tanto
con ese jersey largo que era de mi madre.
Pongamos, también, que llevo caramelos de cereza en el bolsillo
por si los besos, ya sabes,
que a mi alrededor pasean niños con sus abuelos
ríen,
disfrutan de lo bueno de la vida,
como hacía yo con los míos cuando aún estaban aquí.

Pongamos que tú estás tres calles más al sur
y que corres como un loco entre los coches
con una flor en la mano
para mí,
que piensas en besarme
y que eso te hace sentir que más que asfalto
estás rozando nubes
en mitad de un aire limpio de semáforos.

Pongamos que no hay taxis amarillos ronroneando
ni cafés para fumadores en las azoteas
ni mendigos sucios llorando en las esquinas
ni floristerías que venden flores de plástico
ni banqueros con periódicos y prisas
ni mujeres con heridas bajo el tacón.
O mejor
pongamos que los hay
pero que no nos importan.

Pongamos
solo
que hay amor,
que han pasado quince años
y que entre nosotros
todo
sigue siendo
igual
de diferente.

Que las mariposas
han encontrado en mitad de la ciudad
refugio en nuestros estómagos.
Y se han quedado
de momento
para siempre.


MC








viernes, 7 de noviembre de 2014

De ser, estar y el cuento de crecer.

'Vivir es una gran aventura'
lo ha dicho el chico que nunca creció.

Después llegó lo del ser y el estar.
¿Recuerdas?
Lo de eres luz
en este mundo de mierda.
Eres fotosíntesis y clorofila
en el callejón de una ciudad vertedero.
Eres poesía
a secas,
y magia
sin mangas.

Ser.
Estar.
Yo me sé la diferencia. 

Me ha gustado encontrarte hoy,
hacía tanto tiempo
que hasta decir tanto queda bonito
-¿y tu vida? ¿qué tal estás?
Pues bien, ya sabes,
muy feliz
como siempre.
-Sí, lo olvidaba. Qué pregunta tan estúpida.
Tú nunca estás feliz
tú lo eres.

Después de todo
por lo visto
me conocía más de lo yo que pensaba.
Lástima que eso del 'nunca es tarde'
sea una mentira
como todas esas palmaditas que nos dan en la espalda
cuando se nos mueren las ganas.


'Qué ironía,
viene a por el capitán garfio
y se tragará un cuento'
Lo dijo  Barrie,
el padre del chico que no creció.
Y ¿sabes? me recuerda mucho a la vida.
Te hablan tanto del dolor
que de tanto esperar
agazapados
el golpe,
se nos muere el polvo de hada de la piel
y al final no morimos volando
sino arrugados por una humedad
que no es la de las nubes.

Nunca he pedido sal a los vecinos
aunque sí unas medias
un bañador de natación
manzanas reineta
y hasta el nombre de una canción que una mañana se les escapaba bonitamente por la ventana.
Pero una vez pedí un dedal
y me dieron un beso,
y desde entonces creo un poco más en el mundo.

Después llegó lo de crecer
y entonces conocí a una francesa
que no sabía la diferencia entre ser y estar.
Je ne comprends pas. Decía.
Una lástima.
Nunca saboreará la diferencia entre un:
estás muy bonita
y un
eres muy bonita.
O entre un:
estar contigo
y un
ser contigo.

Hay personas con las que te cruzas
en esta casualidad de planeta y de ir y venir en el que vivimos
que se convierten en primeros días del resto de nuestra vida,
personas
con las que mirar hacia atrás
siempre significa llenarnos de nudos marineros la garganta.

No existe la temporada de rebajas en esto del amor
ni los descuentos,
como mucho primaveras con 15 años  que solo ocurren  una vez
e inviernos
muchos inviernos.

'Si on n'aime pas trop, on n'aime pas assez'
Lo dijo Voltaire.
Y a mí me lo contó aquella francesa que no sabía la diferencia entre ser y estar.
Bueno...
por lo menos sabía de qué iba eso de amar.


Después siguió el cuento
crecimos del todo
y tuvimos que decírselo a Peter
que, por supuesto, no lo quiso entender.
La vida siguió siendo una aventura.
Seguí conociendo personas
que se fueron convirtieron en primeros días del resto de mi vida,
-hay que ver la de veces que podemos volver a nacer-
y yo,
yo seguí destrozándome la garganta recordándote
'tú nunca estás feliz. tú lo eres'
porque es verdad,
desde aquel entonces
desde aquella última vez,
no he vuelto a estar feliz.
Simplemente lo he sido.




MC




miércoles, 1 de octubre de 2014

Contigo es conmigo.




Hoy me he despertado pesando en Madrid contigo. En los bailes de la taberna verde, en los paseos y las promesas de Gran Vía, en los besos de los bancos del retiro, en los chapoteos de Cibeles a las cinco de la madrugada y en los viajes a lomos de los leones del congreso.
Me he imaginado las primeras luces del día, tras una de esas noches sin estrellas, y tu cara de sueño pidiéndome una tregua, diciéndome: yo ahora lo único que quiero, rubia, es dormir contigo.  A tu lado.
Y sí, lo sé. Para despertarte con el sol y la cabeza apoyada en mi cintura, para contarme que no sabes muy bien si has soñado que yo dormía a tu lado o que,  simplemente, has pasado la noche siendo incapaz de cerrar los ojos ante mi luz.

Hoy estoy escribiendo y es martes, fíjate, un día cualquiera. Ni es domingo, ni llueve, ni el mundo parece un collage de fotografías y postales viejas, ni siquiera mis sábanas parecen las ruinas de una historia bonita. Y como en todos los días esos que no tienen título, que están en blanco en los calendarios, yo me he levantado con la mirada perdida en el aire, los pasos a ritmo de acordes desordenados y la estúpida sensación de que, otra vez, me estoy enamorando.
Otra vez. Sí…
Como si pudiese dejar de hacerlo.

Me siento tan débil a veces. Tan dependiente. Tan  expuesta a los golpes. Que hasta me doy un poco de pena y noto que el cariño se me vuela y que no voy a saber muy bien qué decirte cuando te vea. Que a ver si esto de querer todo tanto me va a desgastar el amor y luego… luego no sé si voy a querer vivir sin él.

Hoy es una de esas veces, una de esas en las que te pesa tanto el agua del corazón que sientes que te vas a caer de lado. Pero ya me conoces y por eso sabrás que no me importa,  porque hoy me he despertado pensando en Madrid contigo. En las ganas de visitar  tu barrio, de abrirte las cortinas para que los vecinos nos vean la sonrisa, de tender mi ropa interior en tus cuerdas y de que me lleves a cenar pasta y cerveza a tu azotea. 
Imagínate el cuento, no tenía final porque no veía el momento y por eso ha sido una buena forma de empezar el día. Y ¿sabes qué es lo mejor? Que después ha aparecido mi madre por la puerta y me ha preguntado que a qué se debía mi cara de felicidad.
Y entonces… entonces, lo he entendido todo.
Todo.

Que yo me quise quedar contigo porque tú decías que la vida era corta y que por eso había que saber vivir despacio, y ahora sí: que enamorarse todos los días de tu vida no es una forma de gastar el tiempo, solo es la mejor excusa para poder decir que lo vivimos. Y eso, eso hace que un contigo sea  un conmigo y que no queramos nada más.



MC


sábado, 30 de agosto de 2014

Un él de un sueño.


Yo caminaba por la calle
buscando con los ojos aquellas cosas que no se ven
y que solo se sienten,
cuando le encontré a él.
Uno de esos pequeños milagros
que viven en las ciudades sucias
haciendo que parezcan selvas de flores plateadas
y sus ruidos
el trinar y el rugir de bestias con alas metálicas.

Él también caminaba,
sin destino,
caminaba quieto
como explica Muriel Barbery
'con esos movimientos compactos en los que uno se convierte en su propio movimiento sin la necesidad de fragmentarse dirigiéndose hacia algo'.

A la vez
tocaba sus rizos
miraba el suelo
y sonreía
como si estuviese hablando con él
de lo lejos que quedaba el cielo
y de lo bonito que sería
que en las aceras hubiese tráfico de nubes blancas
grises y negras
y que de vez en cuando lloviese al revés.

Lo bueno de caminar sin ir a ninguna parte
es que cualquier lugar o momento
puede convertirse en nuestro destino
si lo queremos.
Y ese era un buen destino.
Su presencia era un buen destino.

Y como el que se muda a una ciudad más pequeña
y llena sus ventanas de flores
por eso de que en la vida
las prisas son un cuento con final triste,
me quedé clavada en el suelo
mirándole
y viendo en él todas esas cosas que no se pueden mirar
-solo sentir-
viendo, por ejemplo
su primera bicicleta,
sus primeras mariposas en el estómago
-de esas amarillas que solo hay en primavera-
la cicatriz que dejó el hueco de un amigo
y la mancha en la comisura izquierda
de un beso que terminó sin promesas, ni amor, ni presente, ni futuro.

Supe mientras le perseguía con los ojos
entre la gente
que él sabía de mi existencia
porque me había visto sin mirarme
y se había reído de mi forma de decir que París es del color del caramelo
de mi miedo a los escarabajos que hacen ruido cuando vuelan
de mi desesperación pidiendo lluvia en agosto
y de mi descarada manera de quedarme a vivir con los ojos en la cara de los demás.
Él lo sabía
aunque jamás se volvió para mirarme.

Siempre he pensado
que mirar a alguien por última vez
sabiendo lo difícil que sería volver a encontraros
es como asistir a su entierro
pero sin luto y sin flores.
Y aunque nunca imaginé
que me despediría de un sueño
en mitad del paseo de recoletos
sin lágrimas ni pañuelos negros
sabía que ese debía ser el funeral más bonito que presenciase jamás.
Lo sabía porque más que una muerte
se celebraba un salto de vida.
Un ahora he vivido así
y ahora voy a vivir así.
Una reencarnación
en la que mueres acariciando el suelo
y naces con alas,
en un parto sin gritos
en mitad del carnaval de la calle y el mercado.

Cumplí con eso de que los sueños se despiden mirando con los ojos cerrados
y al dar media vuelta hacia la realidad
-que era esa calle sin él-
me pareció todo muy blanco y negro
muy 'por aquí ha pasado cabalgando un sueño
y ya se ha ido'.

MC









jueves, 14 de agosto de 2014

Otra vez doce de agosto.





He pasado varios días encerrada en mi jardín, sin salir, sin visitas, por eso de que prefiero sentirme sola en soledad que sola acompañada.
Incluso ha sido otra vez doce de agosto, el cumpleaños de mi abuelo, y he vuelto a llorar, por eso de que desde que él no está parece que todo se haya roto. La familia es una casa en ruinas, los más pequeños hemos dejado de creer en lo que no vemos, las dudas son un puzzle al que le faltan todas las piezas de las respuestas e incluso algunos hemos empezado a vivir con la tristeza de quien se arrepiente de no haber aprovechado más el momento. Todos los días pienso, que lo único bueno que dejó al irse fue el recuerdo y lo fácil que es hablarle ahora que habita todos los lugares y todos los momentos.
Así que aquí he estado, sola en soledad.
Contándole a los pájaros que este verano
los días de sol
parecen un cementerio de juguetes
                                  y aún así sonrío.
Porque todo lo que se rompe tiene un algo que me gusta.
El picaporte chirriante. La pared agrietada. El vestido rasgado. Los corazones traicionados que aman despacio. Los poemas arrugados en la papelera. La mina partida del lápiz que deja un piquete en la mesa. Las mariposas viejas con agujeros en las alas. Las cometas usadas. Los barcos después de las tormentas. Las bombillas fundidas.
En fin.Me gusta.
De hecho, hoy mientras desayunaba he cumplido con un antiguo ritual, el de estrellar un vaso de cristal contra el suelo.
Lo he hecho tantas veces que ya conozco cada etapa del suceso a la perfección.
Primero pierdes el control del vaso y el corazón se salta un latido paralizándote durante unas milésimas de segundo. Después las caras de los presentes cambian. Susto, enfado, risas. Y después, mi parte preferida, el chasquido que anuncia la embestida del cristal contra el suelo. El primer contacto y la grieta principal. El segundo contacto y las paredes del vaso son esquirlas unidas por la tensión contenida. Y el tercer contacto, la explosión de miles de brillantes cristales, el rugido del vidrio arañando las baldosas y la extinción del vaso.
Ha sido precioso, aunque era de los de cristal grueso. Una lástima.
Al final el suelo de mi cocina parecía un campo de batalla abandonado. Ruinas. Silencio. Dos gotas de sangre  bajo mi rodilla hablaban del alcance del suceso.
Me gusta el silencio que queda después de las batallas.
Mi conclusión ha sido que la despedida del vaso es triunfal. La nuestra en cambio... da bastante pena. La mayoría nos marchitamos poco a poco en una cama, o simplemente dejamos de respirar de golpe con un soplido ronco de nuestros pulmones.
No hay brillantes saltando por los aires, ni esquirlas plateadas unidas porque sí. No hay extinción de nosotros mismos en un chasquido, sino descomposición lenta y oscura.
Por eso me gusta todo lo que se rompe. Y lo bonito de la tristeza que queda detrás de ello.
Por eso he decidido
que cuando llegue el momento
me volatilizaré,
como el vaso de cristal que se estrella contra el suelo llenándolo todo de brillantes. Para siempre.

MC.

martes, 29 de julio de 2014

Vivir. Como sea. Pero vivir.

Vivir
como quien va a tener un accidente
y mantiene los ojos abiertos durante el golpe.
Vivir
con el corazón en conserva
formol, anestesia,
esperando entender el amor diseccionándolo en laboratorio.

Vivir con el viento en contra
las ganas a flor de piel
y la pose suicida  del trapecista  
       que espera encontrar un beso al otro lado de la cuerda.

Vivir oculto bajo la luna,
mirádola,
esperando en inocente silencio
a que se de la vuelta para mirarle el culo.

Vivir encadenado por los demás.
Vivir encadenado a uno mismo.

Vivir entre algodones para no morir.
Vivir asumiendo que siempre hay una muerte
y sabiendo que hay maneras de vivir
que se parecen más a estar muerto que a estar vivo.

Vivir haciendo palacios para las penas,
disfrazando la tristeza de causa
y esperando la felicidad por efecto.

Vivir con gracia, en primavera.
Vivir en blanco y negro.

Vivir miles de vidas
una por cada libro, por cada película, por cada viaje en autobús.
Vivir haciendo cometas de colores con los sueños.

Vivir sin cobertura, sin teclas, sin pantallas
con abrazos, con miradas, con palabras de boca a boca.

Vivir
como quien tiene por bandera el pelo
por frontera la piel
por raza el ser
y por patria el planeta entero.

Vivir
como quien piensa que cualquier ombligo puede ser el centro del universo
si es el amor el que desabrocha los botones.

Vivir
dejando que todos los rincones de la ciudad
llenen de huellas tu recuerdo,
empequeñeciendo frente al mar,
cuidando los tesoros y los misterios.

Vivir sin pestañear
esperando cazar todas las estrellas fugaces del cielo.
Vivir arrepentido.
Vivir enamorado.
Vivir haciendo reverencias
arrodillado,
o volando.

Vivir sin dudas.
Vivir con todas las dudas.

Vivir para los demás, de los demás, para ti mismo.

Vivir como niño niño niño niño,
vivir como viejo viejo viejo viejo.
Vivir como niño joven adulto y viejo.

Vivir mirando en todos los cruces,
saltándose los semáforos.

Vivir asustado ante todos los peligros.
Vivir burlando los peligros.
Vivir asustándose de los peligros para poder burlarlos.

Vivir en el punto medio de todos los excesos
para poder probarlos todos un poquito.

Vivir una vida larga
una vida corta,
vivir cien años,
una hora y media,
un día.
Vivir un momento,
vivir una guerra.

Vivir teniendo todo.

Vivir cruzando los dedos ante cada incertidumbre,
lanzándose de cabeza contra todas las excusas
contra todos los miedos.

Vivir inventando gigantes
donde hay molinos.
Vivir inventando molinos
donde hay gigantes.

Vivir tapando cada hueco y cada grieta
con cirugía estética, cremas reparadoras y maquillaje.
Vivir recordando con una sonrisa
la historia de cada cicatriz.

Vivir con los niños muertos en Israel de banda sonora
en cada telediario de las tres.
Vivir desnudándote ante los tanques
con un clavel entre los dientes.

Vivir en un barco, en un palacio, en un ático, bajo un puente.

Vivir
con la fuerza de quien ha perdido todo,
con la verdad de los que han sido mentidos,
con las ganas del que se ha visto entre rejas,
con la valentía de los que conocen el miedo.

Vivir bailando con todas las lluvias
riendo con todos los dientes
esperando con todos los brazos abiertos.

Vivir a base de agua, proteínas e hidratos de carbono,
vivir a base de música, amigos y risas.

Vivir con la piel intacta,
triste,
al margen de todo lo que pueda pasar.
Vivir dejando que la vida te mache.

Vivir
como sea
pero vivir.


MC


domingo, 13 de julio de 2014

Yo soy tan frágil como fuerte.

'Soy igual de débil e igual de fuerte
que una flor en medio de un campo en ruinas'    Elvira Sastre

Hoy         aunque llovía
he vuelto a vestirme con esa blusa de flores
que solo uso en verano
y cuando me he mirado al espejo
con los ojos llenos de luz blanca
me ha parecido tan oscura la distancia
entre mi piel y la piel que mostraba el cristal
que por un momento he creído estúpidamente
ser la persona más triste de la tierra.

A mí que me arregla el día ver un beso
que me invitan a hacer poesía con solo decirme guapa
que pienso que la verdad se dice solo cuando te abrazan porque sí
y que vuelvo a creer en las personas
cuando me mira a los ojos
la gente con la que me cruzo por la calle,
no me encuentro en lo pequeño del corazón
más que desvanes llenos de momentos pasados
de polvo
de rosas secas
de cartas dobladas y releídas cien veces
de olores que había querido olvidar que existían.

Y me viene el amor
con las manos sin guantes
con la ropa interior sucia,
rojo, transparente,
y me grita
'frágil'
en los oídos.
Y se va arrastrándose.
Frágil.
Frágil porque me muero de pena cuando veo los sueños abandonados
porque soy capaz de saber mirando a los ojos cual es el dolor de quien me mira
y eso me quema la piel,
porque siempre me quedo sin cuerdas
teniendo al sol las lágrimas de los demás,
porque mi mayor miedo es el miedo a nada.

Y entonces
vuelve, el amor
con mantas para el frío
con ventanas abiertas al sol
con brazaletes de cuentos en los tobillos
y me dice
bajito
desde lejos:
'fuerte'.
Y se va volando.
Fuerte porque yo curo con ganas de vivir todas las enfermedades terminales,
porque siempre termino bailando de espaldas entre los monstruos de la oscuridad,
porque yo soy lo que queda después de bordar la paz en todas las banderas
de cargar con flores todos los fusiles.

Y otra vez
viene el amor
con cara de susto
y me dice
          'me recuerdas a mí cuando miro la niebla'.
Y entonces
me vuelvo a sentir débil
y fuerte
tanto como una flor en medio de un campo en ruinas.


MC

martes, 24 de junio de 2014

No te olvides de querer conocerme.

No digas que me conoces
si no me has visto llorar,
si no me has visto temblar de miedo.
                                         Ni volar.

No lo digas         por favor
si no has presenciado una de mis caídas en picado
ni una de mis noches de matar los sueños despertándolos.
Si no conoces el color del confeti de mis victorias
              ni mi forma de peinarme para estar sola.
Tampoco lo digas si no me has visto dándome por vencida,
   hundida,
             perdida.
Si no me has escuchado hablar dormida
ni recitar poesía en alto mientras preparo la cena.
Si no te has reído oyendo como canto en la ducha
ni te he dejado acompañarme cuando en noviembre bailo ballet en el salón.

No me conoces si no me has visto mirando el mar
si no reconoces mi sonrisa de hoy el mundo me duele
si no eres capaz de entender lo que digo  
cuando no uso las palabras.

No digas que me conoces,
                       no lo digas,
si tampoco me has visto cuidar las frambuesas del jardín
ni esperar en la calle a que me moje la tormenta
                     solo porque me gusta su forma de entrar sin llamar.
No lo digas si no sabes cómo abrazo
si no te he explicado porqué me gusta el brillo de Madrid.

No me conoces si no he compartido contigo mis sinsentidos
                                                        ni mis creencias
                                                        ni mis abrigos
si no te he confesado mis torpezas
ni las metas de mis fantasías.
No lo digas si no te he dado razones para pensar
que lo que más odio
                  es odiar.                                                                                                        
Que lo que más me gusta de este mundo                                                                
es que aún hay gente que piensa que el amor
es y está
  por encima
     de todas
         las cosas.

No digas que me conoces
porque entonces, creerás que he dejado de ser un misterio para ti
y en otro entonces diferente
te olvidarás de querer conocerme.

No lo digas
porque me apuesto este verano  a cañas
a que no cumples ni una décima parte
de las condiciones anteriores.

No lo digas, porque         no            es verdad.

Pero no importa                          
                         aún tenemos   mucha vida para conocernos.




MC


domingo, 15 de junio de 2014

Destino: Futuro.


Queridas personas del futuro:

Os escribo desde vuestro pasado que es mi presente.
Hoy es dos de abril de 2014,
llueve en casi todo mi país (España) porque estamos en primavera.
En las noticias dicen que vamos a tener que 'apretarnos los cinturones'
-otra vez-
porque estamos en crisis y hay que salvar bancos.
Las calles de Grecia están en guerra.
Nuestras gentes han salido a las plazas con el sol por bandera
y las manos llenas de palabras para cambiar el mundo. Y nos han insultado, mucho.
Los ricos son cada vez más ricos y cada vez hay más.
En contrapartida, los pobres cada vez son más y más pobres.
Han metido en la cárcel a un juez por destapar un caso de corrupción política.
Echamos de menos a Robin Hood. No sé si sabéis quién es.
Además, en Vietnam ha habido un atentado y han muerto 12 niños.
Estados Unidos y Rusia últimamente no están contentos. (Para variar).
Y están todos tan ocupados con el dinero que ya nadie habla del hambre en África.
De todas maneras, ayer empezó abril
y yo qué sé,
el mundo sigue siendo bonito.
Todavía existen los niños que juegan con botones
el olor a lluvia
las mariposas amarillas
los donantes anónimos
los buenos amigos
las familias
los refranes
los poetas
y la música.
Que ya es suficiente para querer vivir.
¿Cómo es el mundo ahora? En vuestro ahora, quiero decir.
Ojalá hayáis inventado la máquina del tiempo y podáis responderme pronto.
En fin, me dirijo a vosotros, queridas personas del futuro,
porque supongo que ya habréis alcanzado muchas de las metas que para nosotros ahora se presentan imposibles, supongo que para vosotros ahora es ciencia lo que para nosotros aún es magia.
Por eso quería daros unos consejos para ser mejores:
1. No le pongáis precio a la cura contra el cáncer, ni a la vacuna contra el sida.
2. No hagáis ciudades en la Luna, llenadla de flores. Los tulipanes rojos son una buena idea. Ah, y no masifiquéis las playas en Marte.
3. No prohibáis los besos en la calle, ni censuréis la novela negra.
4. La asignatura de música en enseñanza obligatoria necesita un cambio. No puede ser que termine el curso y la gente no sepa diferenciar a Mozart de Bethoven, a Led Zeppelin de Nirvana, al Chojin de Nach, a Sabina de Silvio Rodríguez.
5. Fomentad los viajes que no dejan huellas.
6. Cambiad la definición de guerra de los diccionarios, quiero que esté en pasado, en las enciclopedias, y que duela imaginarla.
7. Plantad 10.000 árboles por cada nueva carretera.
8. Obligad a las personas a mirar el mar en silencio durante diez minutos, mínimo una vez al año.
9. No queméis los palacios antiguos de las ciudades, reconstruidlos, y poned un barrio de las letras en cada capital.
10. Hablad de escuchar, de golondrinas y de sueños en vuestros discursos políticos.
11. Cambiadle el color al asfalto.
12. Decidle a América que deje de poner capas a sus héroes. Que luego la gente deja de luchar.
13. No les digáis tan pronto lo de los Reyes Magos.
14. No pongáis semáforos en el cielo, por favor, no lo llenéis de tráfico.
15. Habladles mal de nuestros presidentes y reyes.
16. Habladles bien de nuestros poetas.
17. Sustituid los bancos por bibliotecas, con el tiempo veréis el resultado.
18. Subid los precios de los antidepresivos y bajádselos al cine de humor.
19. Recordadles que lo único que está por encima de todo es el amor.
y 20. No les digáis nunca, nunca, nunca,
nunca
que el ser humano es malo por naturaleza, porque se lo creerán.

Son 20 consejos. 20 ruegos desde el pasado. Tal y como están las cosas creo que no es mucho pedir.
Creo que el planeta tierra, la gente y la historia lo agradecerán algún día.
Por favor, no subestiméis mis palabras que son el pasado, ni descuidéis el presente, ni juguéis con el futuro, como hacen ahora los nuestros.

Con esperanza,


Fdo: el pasado.







jueves, 29 de mayo de 2014

Magia.


Camina un poco así
un poco nube
otro poco baile.

Baila, al revés
poniendo el ritmo a las canciones
haciendo al suelo respirar.

Respira un poco aire
otro poco bajo el agua,
respira parecido a tocarse el pelo.

Se toca el pelo
con los dedos de una mano
mientras lee.

Lee y le nacen nidos de dragones en el pelo,
vive lo que lee,
lee todo lo que mira.

Mira y deja huecos en los ojos de los demás,
mira como llevándose todo.

Lleva una cabalgata de flores con escarcha
de gatos huérfanos de tejado
de acrobacias sin mangas
de carrozas vacías, doradas, desgastadas,
pegada en la huella de los zapatos de sus paseos.

Pasea bonito
pasea despacio, sin destino
por las cuatro dimensiones  a la vez
sin caminos
matando de ganas de primavera al asfalto.

Mata con cariño el rato
a base de golpes de sonrisa,
mata lo malo para que nazca bueno.

Nace en cada abrazo
en cada amanecer nublado
en cada caída del nido
en cada forma que tiene el mundo de hundirse.

Se hunde como se hunden los capitanes
con sus barcos,
se hunde en madrigueras pero no cree en conejos blancos,
se hunde y aprende a vivir bajo el agua.

Vive
porque es lo único que cree que tiene.

Tiene una sonrisa paisaje
unas manos madre
un abrigo verde para salvarse del calor y del frío.

Se salva del miedo con la piel
de la realidad con los besos
del verano con el frío
haciendo del invierno un sueño.

Sueña con el sabor del aire ácido de las estrellas
con el niño rubio del colegio
con un gigante escondido en el pasillo del piso de sus abuelos.

Se esconde cuando quiere que la encuentren
porque llama tesoros a los que se esconden
y le gusta jugar con ellos a compartir.

Comparte todo lo que tiene
hasta la forma de dormir.

Duerme con la ventana abierta
de espaldas a la ciudad,
duerme como quien cierra los ojos para creérselo mejor
para pestañear.

Pestañea y cree que se pierde el mundo
que se pierde su sonrisa
que si cierra los ojos siente mejor.

Siente lo que sentimos todos
pero un poco más fuerte,
siente lo que sienten otros lejos
y lo que le hacen sentir.

Te hace sentir
un poco infancia, amarilla, delicada
un poco torpe, tropiezo, caída, canción,
un poco mudanza, pasado, balcón, futuro, imaginación...

mirarla es como saber que ella no es el truco
sino la magia.

viernes, 23 de mayo de 2014

De tiempo y otras formas de desmelenarse.

¿Hace cuánto que no te ríes de ti mismo
del perfil torpemente bello de tu rostro
de la gracia secreta de los tropiezos solitarios?

¿Hace cuánto que no te lanzas al vacío de una duda
para besarla
como no hacen los miedosos
como hacen los que no conocen las respuestas
los que  sonríen sin interrogantes?

¿Hace cuánto que no olvidas la hora
el día en el que vives
la ansiedad de mirarnos siempre desde dentro?

¿Hace cuánto que no le pisas los talones a los sueños
que no escupes el barro de la mentira
para llenarte la lengua del sabor de la verdad,
que no pruebas a desenvolver el regalo de lo inesperado?

¿Hace cuántos cuantos que no te pones los zapatos de las alas en los tobillos
que no te atragantas con el aire de la risa
que no te permites un golpe de amor
de esos que te llenan la mandíbula de agujetas
de lluvia de verano?

¿Hace cuánto que no te dejas caer por la calle de los charcos
que no brindas en los bares porque piensas comerte el mundo
porque has sabido decir 'no'
porque has gritado para romper un silencio transparente que pesaba como la piedra?

¿Hace cuánto que no le das la mano a alguien para cruzar
que no te sientes protector
ni protegido,
que no te dejas llevar por las noches de siempre
con los de siempre
para hacer lo de siempre:
matar a soledad, nostalgia y hasta nunca,
y enterrarlas juntas
antes de volver a casa?

¿Hace cuánto que no le pones caricia a la hostia aburrida de la rutina
que no le das verso a la lista en prosa de las obligaciones?

¿Hace cuánto que no tiras la llave de la tristeza al mar
aunque sepas que siempre vuelve?
¿hace cuánto que no dejas todo para  atreverte?

¿Hace cúanto que no dejas de contar los desperfectos de tu espejo
la lana del insomnio
las arrugas de tus viejos,
los minutos que tardas en torcer la esquina
bajar la calle
saltarte el semáforo
y aparcar
para llegar a la misma oficina plastificada de siempre?

¿Hace cuánto que no dejas de imaginar la música para tocarla
que no coges flores para regalárselas a otra flor
que no rompes un plato para fijarte en el instante en el que no vuelve a ser el mismo?


¿Hace cuánto que no te descalzas para llenar de huellas arqueadas el asfalto
para dar envidia a las nubes intangibles?

¿Hace cuánto que no rompes los vestidos con el dulce
que no te amarras al puerto de los hombros para llorar
que no dices el otro día para decir antiguamente?

¿Hace cuánto que olvidaste el amarillo
que vendiste la libertad rodeando las vallas
que perdiste un tren corriendo y no sentado en el salón de la resignación?


¿Hace cuánto que no llenas tu cartera de juguetes
que no mojas con café el libro de desayunar
que no imaginas tu ciudad cuando era selva
que no recortas de las revistas las fotografías del mar?

Hace cuánto que no te despeinas
y piensas
qué bien me sienta el viento,
qué guapa estoy desordenada.

MC



jueves, 8 de mayo de 2014

Somos pronombres.


La poesía nace para radiografiar el alma de las personas
sin decir su nombre.

En ella se destripan los miedos
se da cuerda a las alas de los sueños
se le quita el polvo al recuerdo
y se brinda por aquellos que abren los ojos ante el miedo.

En ella nos quitamos el sombrero por la tristeza
nos inclinamos ante la fuerza de lo invisible
y  descorchamos  y dormimos el amor.

En ella inmortalizamos los detalles de la vida
las huellas de la piel en el aire
los gritos que se rompen en silencio
y el tacto de aquello que sabemos que nunca vamos a volver a tocar.

La poesía es un desnudo.
Un tú
un él
un ella.
Un retrato sin pudor
de los huecos que dejan las personas en nosotros.


En sus calles no caben los títulos con los que nacemos,
ni las señas que damos cuando queremos que nos encuentren.
Porque sus ciudades nacen de aquello en lo que nos convertimos cada día
de todos nuestros pasos contados
-que en verdad es lo que somos-.

Porque la poesía es fruto de una pérdida: la nuestra propia.
Es la sonrisa que queda en el espejo
cuando nos miramos
después de que el mar -que es la gente-
nos arañe la arena
y se la lleve a otras playas.

Por eso sabemos
que basta encontrar pronombres
leyendo aquello que un día dejamos atrás
para reconocer los rostros de las razones antiguas:
las caras de aquellos cuyos nombres preferimos no escribir
por miedo
a necesitarlos algún día.

Porque la poesía era una llamada al futuro
una orden de alejamiento contra el recuerdo
un rastro de ganas de siempres.

Uno no puede ser más
que las huellas que deja en el resto de las personas.
Por eso no es necesario
decir como se llaman nuestras heridas,
porque poner nombre a las cosas es a la vez
necesidad de explicar algo sin sentirlo
y símbolo de cariño, y a veces hay que saber huir de él.



MC








viernes, 18 de abril de 2014

Así miro yo el mundo.

Me gustan el mar
las letras
el otoño
y las arrugas de la frente
porque hablan sin hacer un solo ruido.

Me gustan los besos en los puertos
las cartas de amor
las personas que miran desde los puentes
la gente que espera de pie
y las flores que crecen en los bordes de las aceras,
porque todos ellos son un grito contra las distancias y los asfaltos,
una carcajada
diciendo: 'mátame, que el mundo sigue vivo'.

Me gustan las playas de piedras
los rostros sin maquillaje
las camisas sin corbata
y los rizos despeinados,
porque ellos son y están
sin que nadie les diga que van al revés.

Me gusta la paz
porque existe la guerra;
las sonrisas
porque existen los motivos para no sonreír;
y la imaginación
porque existe la realidad.

Me gusta escuchar
quedarme con la duda
y equivocarme
porque hay quien habla mucho
lo soluciona todo
y se siente perfecto,
y solo así se diferencian los estúpidos
-con perdón-
de los que saben.

Me gustan los besos en la frente
porque no son ni pasión
ni un saludo forzado.

Me gustan los caminos entre prados
los paseos marítimos
y las discusiones sobre nubes
porque no van a ninguna parte.

Me gustan los trenes de llegada
los viajes jugando en el salón
y el amarillo de la infancia
porque en ellos nadie entiende de despedidas.

Me gusta Anna Fisher
los que se desnudan delante de los tanques
los que emigran y se atreven a decir hogar
los que se reinventan cada día
los héroes sin capa
los que salen a la calle a luchar con las manos vacías
y los que se arman hasta los dientes con palabras,
porque
ellos
son el pellizco que necesita la humanidad.

Me gustan los sinceros
los tranquilos
los que miran a los ojos
y los que entienden de música,
porque... en fin,
basta echar un vistazo a la calle
para querer llevarse las manos a la cabeza...

Me gusta viajar porque existen los lugares
y despertarme con sol porque eso significa sábado y domingo.

Me gustan las extinciones
los descubrimientos
los eclipses
y el mundo
porque todos ellos son casualidad.

Me gustan las azoteas
porque existe un cielo;
las ventanas
porque existe la luz;
y la hierba
porque existen las ganas de tumbarse al sol.

Me gusta la libertad
las jaulas con la puerta abierta
la fundición de cadenas
y las ciudades sin murallas
porque existen las marionetas.

Me gusta el silencio, a veces,
porque la gente es ruido.
Y, a veces, me gusta la gente
porque a su lado tu ruido interior se vuelve viento.

Me gustan los imposibles
las madres
las caídas hacia el cielo
los tratados de paz
las palabras: futuro, poesía y galaxia,
porque existen personas que brindan por ellos
aún habiendo caminos más fáciles.

Me gusta el recuerdo
porque eso es lo que somos;
los magos
porque creemos que no existe la magia;
y los paisajes
porque existen los escombros.

Me gustan los funambulistas
los niños caminando por los bordes de las aceras
los acabados alejándose del borde del preicpicio
y los que tratan de vivir en el hilo de la enfermedad,
porque son una terrible metáfora de la vida.

Me gusta escuchar hablar sobre las sirenas y las luces de la guerra
los músicos más o menos sonrientes del metro
y las cicatrices curadas
porque significan sobrevivir
o querer vivir,
que aunque no nos demos cuenta son lo mismo.

Me gustan
los primeros brotes verdes
después de las hogueras.


...así miro yo el mundo.
A lo mejor ahora me entendéis.



MC.

martes, 15 de abril de 2014

Uno.

Desde que supimos que el mundo era un jardín cruel en equilibrio
y la vida un rato breve y sin sentido
no hemos podido dejar de hablar del amor,
que así es como llamamos
a nuestra forma de dar la mano
a las personas con las que queremos arreglar los destrozos de la vida
y del mundo,
esos que a Dios se le escapan.

Desde que supimos que era mejor morir acompañado que solo
y que para eso había que inventarse algo grande
-una excusa
para quedarse-
no hemos podido tener una idea mejor:
amor.
Así lo llamamos,
al sabor de las cosas hermosas que no entendemos
a cada fin del mundo que provocan cada día
en millones de lugares de la Tierra
los cruces de miradas que sin hablar se entienden.

Desde que supimos como respirar de dos en dos
como acompasar
-sístole
diástole-
las curvas del corazón,
no hemos dejado de querer no estar solos.

Como si necesitásemos algo más que amigos y familia
para decir
que nuestra vida es feliz.
Como si estando solos
fuésemos una mitad perdida,
cuando
en verdad
lo grande del amor
no es encontrar a tu otra mitad,
sino saber encajar con un distinto, siendo uno.


MC

miércoles, 2 de abril de 2014

Recetario para heridos de gravedad.

A ver, amigos:
Medicina es dar un paseo cuando hace frío en primavera,
es respirar despacio,
es dejar que el sol nos cierre los párpados rojos,
es tocar lluvia, de vez en cuando.

Medicina es amigos
risas
más amigos
y más risas,
y así eternamente...

Es mirar la montaña desde su falda
dedicarnos un rato a escuchar el silencio
leer en papel
abrir las cortinas aunque esté nublado
escapar de Madrid
mirar de cerca las hormigas del suelo
y que nos toquen el pelo.

Medicina es un abrazo
una canción,
el personaje de un libro,
esa película que nos sabemos de memoria.
Un viaje a cualquier lugar,
un detalle de alguien que no conocemos
una sonrisa porque sí
un encuentro impensable
un plan improvisado
una siesta el día que no podíamos quedarnos dormidos.

Medicina es mirar de poquito en poquito
acostumbrarse al inalcanzable horizonte
pisar aceras como quien camina por la playa
aprender de la belleza de la destrucción
y quitar el volumen a la tele.

Además, es un achuchón de abuela
una manzanilla
un zumo de naranja
un baile en una plaza
y un cuadro del mar en el salón.

Medicina es una caricia
un chiste
un regalo.
Y también, aunque no lo creáis,
es llorar
estar solo
y morir.

Medicina es encontrar personas con fe,
es donar sangre,
es una tormenta en agosto.
Es hablar con un hermano,
jugar de vez en cuando
y Abril para los suelos secos.

Es besar como quien abre puertas
y no las cierra,
ver como reviven las velas tras su uso en miles de apagones,
dejar de contar los segundos y darles nombre a cada uno de ellos,
que te regalen una flor el día de tu cumpleaños,
dormir hasta las doce,
brindar por alguien
y desprendernos de las cadenas.


Ya sabéis,
olvidaos de las aspirinas,
sobres,
jarabes,
cirugías estéticas
y dietas...

porque el mundo es sabio
y donde pone una espina nace una flor;
donde se esconde el veneno espanta a los amigos;
llama desierto a los lugares sin agua, para que los reconozcamos;
pone estrellas para que no queramos estar siempre aquí;
nos regala un verano después de un invierno
y una muerte después de una vida,
por si nos cansamos.

Porque medicina es todas esas cosas que nos hacen sonreír por dentro,
cuando la boca está quieta
y el alma
con los ojos abiertos.


MC.







sábado, 22 de marzo de 2014

Somos huellas de nuestro pasado.


Cada día nos despertamos con una marca más,
con alguna herida menos.
Con un rostro un poco más viejo
y un balcón nuevo en nuestra fachada con vistas a la vida.





Somos huellas de nuestro pasado.

De cada segundo de nuestro pasado.


"He pasado tantas veces páginas en mi vida, que he tenido que volver al prólogo para saber quién soy"
Lo dice Ernesto. Que es un buen poeta. 


Mi prólogo, ese que tantas veces he intentado escribir,
dice que yo solía taparme los oídos cuando olía a pólvora.
Que los primeros minutos de la primera nevada del año
los pasaba mirando al cielo,
viendo como se rompía en mil pedazos.

Dice,
que he jugado con espadas hasta los 13 años
he leído Peter Pan hasta los 18, y espero hacerlo hasta los 100.
No he temido a la muerte
y me he reído de ella con todos mis dientes de leche.
He escupido en pócimas de tierra, hiervas y sal.
y he intentado respirar bajo el agua, mil y una veces.

Menciona
así, de pasada,
que me daba más miedo el silencio por la noche que las tormentas.
Y que he soñado tan fuerte
que creo que una vez volé
y fue de verdad.

Sí...
he visto lluvias de estrellas que se apagaban en el suelo.
he tenido amigos desde que nací, y algunos aún son los mismos.
He tenido la costumbre de creer en Dios,
y he querido reencarnarme.
Siempre iba a por el pan.
Siempre usé una bicicleta demasiado grande.
Siempre volvía del mar triste.
Siempre esperaba encontrar hadas en mi jardín.
Y siempre creí en la magia.

He perseguido a los que cazaban mariposas.
He creído que había dragones en Siete Picos.
He odiado las leyendas que hablaban mal de los hombres.
He regado muchas flores,
y una vez inventé una canción con un piano.

He dicho te quiero a mis abuelos.
He plantado guisantes en vasos transparentes todas las primaveras.
He querido ser pez, golondrina, pirata y princesa,
y de mayor
voy a ser exploradora.


He dado noticias de muertes,
y de nacimientos.
He dicho hola cien veces cada día de mi vida.
He sustituido los adioses por hasta luegos.
He saltado mil vallas.
Me he perdido atravesando los bosques de galería de un río.
He llorado por amor.
Un día cogí una salamandra venenosa.
Y una vez inventé una palabra.

Todos los años pedía crema de espinacas para mi cumpleaños.
Todos los días comía chocolate a escondidas.
Todos los meses me he reído.
Siempre he tenido arritmias, pero todos los minutos de mi vida mi corazón ha latido.
He respirado en casi todos los minutos
y he dormido con los ojos abiertos.

Solía levantarme sonámbula buscando pinceles
solía bailar vals cuando llegaba diciembre y a las seis era de noche,
y solía comerme el hielo que cuelga de los tejados.
Recitaba Tagore en alto, cada noche antes de dormir.
Me disfrazaba cada fin de año
y una vez vi a Gaspar.

Además
escuché las risas de una playa en una caracola.
Odié mi primer sujetador.
Preferí los vestidos largos.
Intenté leerme el diccionario.
Jamás he usado una misma firma, porque se me olvida.
Tiré un vaso de agua por cada comida.
He roto tantos platos,
que en mi casa hemos cambiado más de vajilla que de mantel.
Y siempre me gustó llorar más en el cine que en la cama.


No me han roto el corazón, aunque sí me lo han robado.
No me han enamorado nunca, sin hacerme reír.
He querido casarme con mi padre.
He querido parecerme a alguien que no era yo.
He dicho la verdad, tantas veces, que suelo decir que soy sincera,
y he mentido
hasta el punto de no reconocer la verdad.

Me gustaba columpiarme hasta que me mareaba.
Me gustaba un niño, porque una vez bailé con él.
He abrazado a una amiga en París.
Incluso he dado consejos sobre amor a personas que tenían casi 45 años.

He despistado al revisor en el tren.
He visto un eclipse de sol.
He dormido sin techo.
He bailado con y bajo la lluvia.
Me he bañado en el mar cantábrico en noviembre.
He dormido todos los veranos con la ventana abierta,
y en camisón
porque yo siempre fui un poco Wendy.



Que yo recuerde,
ahora,
así,
-como quien recita la lista de la compra-
ese es mi pasado.
Eso,
y muchas cosas más
que ahora no me salen.

Así que ya sabéis,
si alguna vez os sentís perdidos y no sabéis muy bien cómo encontraros,
mirad hacia atrás, haced recuento,
registrad vuestros pasos, vuestros gestos,
todas las formas de las que habéis tocado el mundo...
eso sois vosotros.
Eso somos.

MC











miércoles, 5 de marzo de 2014

De personas con alas.



No será ésta
la primera
ni la última vez
que oís
eso de que la gente
no es más que tráfico
en las arterias de la vida;

ni eso que suelen decir,
cuando nos quedamos solos,
de que el mundo es el mar
y existen miles de millones de peces
ahí fuera,
en ese lugar
que no llamamos hogar
pero que sí lo es.

Eso siempre nos ha hecho sentir
un poco
a contracorriente
¿verdad?
Todos sabemos
desde bien temprano
lo que es sentirse
solo entre la gente.

Espero que ésta
no sea tampoco la primera
ni la última vez
que oís
eso de que aquí
lo único azul es el cielo
y el resto
son reflejos.

Vamos,
que lo del mar...
                         es trampa.



Hace ya tiempo
descubrí
que todas las historias
empiezan así:
cuando llamamos azul
al color de lo puro,
de lo real.
Al color de las cosas
que todos buscamos.

Nuestra historia fue un poco así,
un poco reflejo
y otro poco
cielo de verano.

Supongo que sabéis de lo que hablo;
seguro que vosotros
también tenéis una historia
que empieza en unos ojos azules
y termina en unos párpados
inertes;
que empieza en las estrellas
y termina
con una tormenta.

Podréis perdonarme
si os digo
que puestos a mirar la vida
a través de espejos,
merece la pena
olvidarnos de todo
y volcarnos mar adentro
como marineros
sin deudas con la tierra.

Qué me decís
si además, os digo
que los que os han dicho
que existen muchos peces
ahí fuera
en todo ese reflejo azul,
es porque nunca
han conocido un pájaro,
y que no tienen
ni
idea
de lo que es volar,
ni de lo fácil que es ahogarse
cuando te cortan las alas.

De lo que significa
que te hagan nube,
y que llegue el frío
y en vez de morir
como las flores de la tierra,
te precipites,
en la caída más viva
de la historia de tus segundos,
para hacer feliz,
ni más ni menos
que a las personas que bailan bajo la lluvia.

Cierra los ojos.
Imagínalo.

Supongo que todos
estáis pensando
en esa fotografía
que
al final
nunca os hicisteis.

Supongo que ahora
me odiaréis,
por romperos
todos esos proyectos de olvido
tan frágiles
que lleváis meses preparando.

Y lo siento,
pero los finales
también están en su derecho
de ser historia,
con comienzo
nudo
y desenlace.

Mi historia,
vuestra historia,
es un intento más
de llenarnos la vida
de personas de esas
que destiñen azul
por todas partes,
y que presumen de cielo
y de playas,
y que pueden volar
si se lo pides.

Personas que seríamos incapaces
de imaginar
en mitad de ese tráfico de gente
indiferente.
Personas que nos revolotean
y nos hacen descubrir
verdades
tan diminutas
como universales.
Tan complicadas
como vivir
y ver que se acaba;
tan tristes
como entender
que el día que nacimos
no fue más
que un desperfecto
en las rutinas de la inexistencia.

Decimos 'gente'
con tono despectivo
a todos aquellos
sin huellas azules,
sin huellas en nuestra vida;
Porque, entre ellos
y sus ir y venir,
las personas de verdad
se ven quietas,
solas
entre miles de millones de iguales.

Porque en ellos,
en su tráfico,
no nos caben
las personas con alas
ni los espejos sinceros,
ni el aire
para volar.

Porque
como buenos hijos de Ícaro,
nuestras historias
nacen
con vistas al cielo,
y mueren
con una zambullida
sin acrobacias,
rumbo al centro de la tierra.


MC





miércoles, 26 de febrero de 2014

Manual sobre poesía alegre.


Sin darnos cuenta hemos hecho de la poesía un reino de tristes.
Un lugar de papel en blanco donde exprimirnos las heridas. Somos extraños: nos gusta liberarnos a base de golpes de letras.
Si buscáis, no hallaréis  poeta que no haya escrito a su dolor. Que no se haya refugiado en las trincheras del verso cuando la guerra le ha llegado al centro del pecho.
'El mundo es demasiado feo y demasiado bonito como para no contarlo'. Lo ha dicho Marwan.
La tristeza forma parte de la cara oscura del mundo, y la poesía es una forma de hacer de esa torpeza natural del ser humano un perfecto baile de la vida; es una manera de elevar el dolor a la altura del amor, y casi de la alegría. 
Sin duda, esta última no es el sentimiento más inspirador.
Cuando uno es feliz, no tiene ni necesidad ni tiempo para escribirlo. Somos así de egoístas. Y lo entiendo.
Para gritar la alegría ya están las sonrisas. Y entre una sonrisa y un poema, siento deciros, que me quedo  con la sonrisa, que es alegre y, si tienes suerte, también puede ser verso.
Hay poetas muy grandes, que jamás han escrito sobre la alegría. Qué pena. Es importante  leer de vez en cuando poemas en presente, poemas que nos digan que existe y no que existió. Algo así como:

Felicidad es su piel de viernes
sus rodillas de sol
y sus tobillos con alas huyendo del suelo.
Felicidad es insomnio a su lado
es lunes con L de labios 
de locos
de luna
de libres.


Es importante que nos recuerden que existe la consciencia de la felicidad; que el amor no es solo pasado; y que ahora es el tiempo para vivir y para decirte que andas por el asfalto como revolotean las risas de los niños en los ojos de los ancianos:
saltando chispas, 
rejuveneciendo
haciendo al tiempo firmar instantáneas excepciones.

Ahora es el tiempo, y no mañana, ni ayer...  

Qué pensarán los hijos de los hijos de los hijos de nuestros hijos dentro de unos miles de años, cuando el mundo sea otro y su herencia la compongan libros grises con versos tristes que hablan de algo que se llama felicidad y que sólo existe en el pasado. Qué sentirán.
¿Podrán inventar de nuevo las sonrisas? y el baile, y las chispas en los ojos...
¿Podrán atreverse ellos a vivir en el ahora? ¿a hacer poesía en presente?

Ante este riesgo, no podemos quedarnos de brazos cruzados.
No podemos dejar que crean que la vida es más naufragio que isla.
Tenemos que confundirles, que mezclen los gritos de la vida con los de huida y que nazcan así: las sonrisas tristes y la retória de la felicidad.
 

MC



lunes, 27 de enero de 2014

La noche de las 102 verdades atropelladas.

Hoy es día de teléfono y verdades.
De empezar al revés: diciendo que nos odiamos
y terminar al derecho: dándonos las gracias
por las tantas veces tontas que nos mentimos
y nos arrepentimos después
sin atrevernos a no decir la verdad.

La verdad es una dama vieja,
con la que hace siglos que no se juega.
Vaga por el tablero de nuestras infancias más amarillas y lejanas
a rastras
para dolernos y ayudarnos,
siempre 'una vez más'.

Perdonadla,
porque está tan dolida y tan pisoteada
por los prejuicios
los besos por sms
y las mentiras de los manuales de autoayuda
que casi no la vais a reconocer.

Hemos avanzado a ciegas por el camino de la historia
-la del mundo
y las nuestras propias-
enterrándola con los dogmas de las religiones monoteístas,
negándola de principio a fin
con todos los saberes de la filosofía que hablan de una
sola
y única
solución universal.
Pero lo cierto es que al final
nos miramos más de la cuenta,
y los ojos, que nunca mienten,
nos descubrieron haciéndonos de rogar.
Resultaron ser más de una,
más de mil y un verdades, en concreto.
-tú mismo las contaste-

Me dijiste llorando
que había una por cada noche que sin dormir
nos dimos a las conversaciones con la almohada;
otra, por cada vez que nos acompañamos a casa,
primero siempre a la tuya
después siempre a la mía, por si acaso.
Otra, por cada paseo largo
en el que no nos dimos la mano
por miedo a que fuese el último.
Y otras tantas por cada vez que nos interrumpimos la felicidad
pestañeando.

Más de mil y un...

Tantísimas verdades acumuladas
no solo son un mal presagio
sino que además son muestra
de que es tarde para achicar tanto agua.
A veces es mejor abandonar el barco a tiempo
y aprender a nadar en la tormenta
un poco más solos.

La noche que nos conocimos, por ejemplo,
fue la noche de las verdades atropelladas,
102 me gustas, al tercer parpadeo
fue un exceso innecesario,
tan innecesario que, a mi gusto,
sobraron las ganas de querer jodernos la existencia.

Pero bueno... ¡muchos amores nacen así!
me dijiste, como quien habla del tiempo en el autobús.
Y en un intento suicida
de arrojar el mundo por la ventana de un apartamento de ensueño con vistas al mar,
nacimos de nuevo
yo más mitad tuya y tú más mitad mía,
pero nacimos.

Se pasaron los días de hasta siempre
los primeros malos tragos
y también aquellos que llamamos
los días contados;
sin darnos cuenta
de que nos quisimos tanto
que ahora somos un poco más inmortales,
y matar lo nuestro
va a ser un poco más imposible de lo que planeamos aquel verano.
Aún no existen edificios tan altos
como para matar algo tan fuerte.

Tú siempre decías que yo era una cobarde.
Que lo bueno de hacer poesía
es que no teníamos la sensación de estar echando la llave a nuestros sentimientos
sino de estar grabándolos para siempre.
Y aquí sigo,
aunque eso no es valiente.

¿Sabes?
esa fue una de las pocas verdades
que decías mucho
para disimular la falta de tiempo
que nos llevó a hablar de ésto,
hoy
día de teléfono y verdades,
o lo que es igual,
día de las distancias rotas
con la lectura de nuestro diario personal,
ese que en secreto escribimos cada semana.

El ser humano es así de bajo a veces,
escondemos nuestras verdades
y sólo nos enfrentamos a ellas
en el papel
cada siete días, o así.

He llegado a la conclusión
de que el mundo sería un lugar mejor
si los diarios secretos no existiesen.
Si fuese más bien como un calendario de experiencias
que pudiésemos prestar a nuestros hermanos y amigos
para entendernos mejor,
para romper el tabú de la sinceridad,
para no tener que intercambiar anillos como símbolo de fidelidad
ni maldecir la duda, y el miedo,
ni el dónde está, ni el con quién.
Si leyésemos nuestros diarios en alto
aprenderíamos antes a expresarnos
y no sólo evitaríamos los malentendidos
sino que además, no sería necesario tener que pedir perdón
tan de vez en cuando.


En fin...
No culpéis a la verdad
si un martes os hizo reír
y un jueves llorar,
porque ese es el orden del amor
cuando empieza una buena historia.

No queráis entender nunca
la facilidad con la que algunos mienten;
no subestiméis el perdón
ni los besos en la mejilla;
no queráis ser el punto y final de nadie
porque dónde cabe uno caben dos
y dónde caben dos caben tres,
y los puntos suspensivos
casi nunca prometen sonrisas.

(...)

MC

martes, 21 de enero de 2014

Crecer. Retroceder

Creces hacía arriba hasta que te das cuenta de que tu vida está volviendo hacia atrás.
Retrocedes cada día medio paso
y así hasta que estás cerca de volver a empezar.
Dicen que según vas creciendo tu forma de ver la vida va reforzando las manías de la infancia.
Y sí, tienen razón.

Cuando descubres lo lejos que estás del principio
sientes miedo si no recuerdas algún detalle de tu infancia,
empiezas a prestar atención al ayer y al mañana
y besar a tus padres antes de dormir vuelve a tener un sentido.

La adolescencia es como un bache.
Una pérdida de identidad.
Te desprendes de todo lo tuyo y  los bolsillos nos empiezan a pesar demasiado poco;
¿será por eso que aquellos años nos dio por probarlo todo?
Por llenarnos de desaciertos vacíos. De futuros arrepentimientos. De alegrías irrepetibles.

A los 15
tus pertenencias se amontonan en dos grandes afirmaciones:  ahora  y  no me importa;
para darte cuenta, 4 años después,
de que al final tu patrimonio se reduce a detalles del tamaño de pendientes:
un carnet de biblioteca, un puñado de recuerdos y las ganas de volar.

Va a ser abril, como quien dice 'pasadomañana', así de seguido;
y me voy a ver con 19 primaveras bajo el brazo,
sin saber muy bien, si lo de recuperarse a uno mismo es malo, o bueno
o mejor;
Eso de merendar otra vez chocolate,
de volver a los zapatos planos en Navidad
y de abandonar los pequeños vicios,
¿va a tener su recompensa? ¿o a partir de ahora el tiempo va a pasar tan rápido que sólo vamos a poder mirar hacia atrás?

Echo de menos tantas cosas
que no me atrevo ni a volver a empezar,
por si no salen igual.
He sido tan feliz, que ahora todo me sabe raro.
Incluso he dudado de si fue bueno ser tan feliz...
cuanto más mayores somos más pensamos y peor.
-que duda tan estúpida-

Yo, que me había jurado una estancia infinita en las tierras de Nunca Jamás
-hace ya unos 12 años-
he vuelto a abrir mi ventana,
por si cuela.
Por si me perdonan los 14 y los 15 y los 16
y el descuido de mí misma no deja más secuelas que los desaciertos y las ganas de volver al ahora y al no me importa.


MC

domingo, 12 de enero de 2014

de cartas, caras bonitas y puntos suspensivos

Los  puntos suspensivos
nos llenan el estómago de 'sinpalabras'.
No sé que quisiste decir
con eso de
...
el caso es que no pude pedirte nada:
ni un 'quédate, no te marches'
ni medio 'yo te quiero'
ni un 'déjame, al menos: besarte'.
Es como una maldición
en la que cada punto
te roba una frase.

Qué cruel es la duda
cuando se deja escribir
y no responder.
Qué difícil salir del pasillo
cuando no hay letreros en las puertas,
y confundes la calle con su cuarto,
y tu cuarto con su escritorio.

Cuando me haces así: ¿ ?
con toda tu cara
-bonita-
al espacio entre este '¿' y este otro '?' 
lo llamo 'corredor de la muerte'
o mejor aún
'la milla verde'.

Cuando estás detrás de la mesa del café
escuchándome con los ojos,
abriéndome el buzón de las ganas
y llenándolo de posdatas largas,
siempre recuerdo
que siempre supe
que utilizar folios A3 en mis cartas
era excesivo.
Y que los sobres reutilizados
al final
no son más que motivos de tristeza.
Abrir un sobre de hace tres años
-con mi antigua dirección tachada-
con una carta peligrosa de antes de ayer,
es como mirar la boca que un día te dijo 'te quiero'
vocalizando,
con todas sus letras:
't e    o d i o'.

Ahora dudo
si tus cartas eran mensajes
o un mero póquer
inventado.


Y es que al final
lo hicimos todo bajo el mismo sello
bajo la misma orden divina de: Correos,
y ahora en mi salón no caben más cartas
ni en mi pecho más letras de ti.

Es como querer morir
despegando sellos de París
-y recordar aquel hotel-
para pegar uno
con la cara de un rey feo.
Malditas postales.
Ahora el recorrido hasta tu portal
a mis ojos
parece un campo minado de puntos suspensivos.

Siempre recuerdo
que siempre supe
que aunque solía olvidar tu cumpleaños
-por dentro-
te estaba regalando demasiado de mí.
y que algún día
no entendería el idioma de tus posdatas,
no olvidaría tu dirección,
y de tanto evitarlo
no recordaría donde conseguir sobres para devolver todas tus cartas.

MC



miércoles, 8 de enero de 2014

Os hablo de saltar del nido.

Estos Reyes Magos están locos. Me han regalado una mochila preciosa de cuero oscuro.
¿Sabéis lo que significa eso?
Yo lo supe en cuanto la vi.
Mi madre siempre dice que esas mochilas ‘son para toda la vida’.
En apenas un minuto pude calcular qué cosas cabían dentro y cuales iba a querer llevar. Mi cámara de fotos, mi cuadernillo para escribir, un libro y mi jersey azul.‘No quiero que quepan más cosas’ pensé.
Quizás os parezca poco cuando os diga que pude verme recorriendo el mundo sólo con ella, con mi mochila.
Me vi en ciudades grises y en ciudades de colores, en montañas secas y en montañas entre nubes, me vi en mitad del mar y en playas de esas que nunca se terminan, en aldeas pequeñas y en interminables carreteras, incluso me vi en el desierto.
Supe que ese olor a cuero moro sería mi almohada en los vagones de muchos talgos camino del norte, en muchos bancos tras las noches de escapadas, en muchos áticos con vistas a Granada, a Quebec, a Estambul, a Moscú, a Siena y a París.
Distribuí mentalmente mi equipaje en cada bolsillo y sentí ese remolino extraño que se le hace a uno en el estómago cuando está a punto de volar.
Y no hablo de volar en avión, ni si quiera de volar a pelo como los pájaros… no. Os hablo de saltar del nido, de venderse al mundo -yo le escribo y él me muestra sus tesoros- . Os hablo de terminar mi novela una noche de tormenta escuchando el mar, de tocar la guitarra una mañana de descanso entre prados, de pisar el kilómetro 0 en todas las ciudades de Madrid a Madrid dando la vuelta a la tierra siete veces...
Enseguida me imaginé hablando ruso, quemando el vértigo en los fiordos noruegos, haciendo amigos en Senegal y probando serpiente en Tailandia.
Ahora tengo una mochila para toda la vida, y la vida ha empezado hace poco, así que imaginaos las ganas le tengo al mundo, la necesidad de dejar de inventármelo y poder decir que está siendo verdad.
Como podéis ver, estos Magos de Oriente… no saben lo que hacen.


MC
A mis padres, por darme alas.