'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

miércoles, 1 de octubre de 2014

Contigo es conmigo.




Hoy me he despertado pesando en Madrid contigo. En los bailes de la taberna verde, en los paseos y las promesas de Gran Vía, en los besos de los bancos del retiro, en los chapoteos de Cibeles a las cinco de la madrugada y en los viajes a lomos de los leones del congreso.
Me he imaginado las primeras luces del día, tras una de esas noches sin estrellas, y tu cara de sueño pidiéndome una tregua, diciéndome: yo ahora lo único que quiero, rubia, es dormir contigo.  A tu lado.
Y sí, lo sé. Para despertarte con el sol y la cabeza apoyada en mi cintura, para contarme que no sabes muy bien si has soñado que yo dormía a tu lado o que,  simplemente, has pasado la noche siendo incapaz de cerrar los ojos ante mi luz.

Hoy estoy escribiendo y es martes, fíjate, un día cualquiera. Ni es domingo, ni llueve, ni el mundo parece un collage de fotografías y postales viejas, ni siquiera mis sábanas parecen las ruinas de una historia bonita. Y como en todos los días esos que no tienen título, que están en blanco en los calendarios, yo me he levantado con la mirada perdida en el aire, los pasos a ritmo de acordes desordenados y la estúpida sensación de que, otra vez, me estoy enamorando.
Otra vez. Sí…
Como si pudiese dejar de hacerlo.

Me siento tan débil a veces. Tan dependiente. Tan  expuesta a los golpes. Que hasta me doy un poco de pena y noto que el cariño se me vuela y que no voy a saber muy bien qué decirte cuando te vea. Que a ver si esto de querer todo tanto me va a desgastar el amor y luego… luego no sé si voy a querer vivir sin él.

Hoy es una de esas veces, una de esas en las que te pesa tanto el agua del corazón que sientes que te vas a caer de lado. Pero ya me conoces y por eso sabrás que no me importa,  porque hoy me he despertado pensando en Madrid contigo. En las ganas de visitar  tu barrio, de abrirte las cortinas para que los vecinos nos vean la sonrisa, de tender mi ropa interior en tus cuerdas y de que me lleves a cenar pasta y cerveza a tu azotea. 
Imagínate el cuento, no tenía final porque no veía el momento y por eso ha sido una buena forma de empezar el día. Y ¿sabes qué es lo mejor? Que después ha aparecido mi madre por la puerta y me ha preguntado que a qué se debía mi cara de felicidad.
Y entonces… entonces, lo he entendido todo.
Todo.

Que yo me quise quedar contigo porque tú decías que la vida era corta y que por eso había que saber vivir despacio, y ahora sí: que enamorarse todos los días de tu vida no es una forma de gastar el tiempo, solo es la mejor excusa para poder decir que lo vivimos. Y eso, eso hace que un contigo sea  un conmigo y que no queramos nada más.



MC


No hay comentarios:

Publicar un comentario