'La poesía es un retrato sin pudor de los huecos que dejan las personas en nosotros'. MC

lunes, 17 de junio de 2013

Utiliza escalera, la Luna está más cerca de lo que piensas.



Miren, una de las siete maravillas del verano, y digo siete porque parece que suena mejor, es, después por supuesto de la siesta sobre las sábanas frías a eso de las cuatro de la tarde, el poder sentarse por la noche a mirar el cielo. Ese cielo limpio y cálido que se tiñe con luz de estrellas. Esas noches eternas en las que sientes en verdad lo insignificante que eres en mitad del espacio infinito, entre tanta esfera brillante, entre tanto baile perfecto. Ese vértigo. Ese frío propio del miedo.


Casi todo el mundo se asusta cuando siente ese vacío, o se asusta o se vuelve loco bajo ese ansia típica de nuestro género por desvelar los misterios del universo. A mí, me suele entrar la risa. A veces sentirse solo, perder el sentido de nuestro mundo inventado, es realmente divertido.


Vemos la Luna, ahí, revolcándose por el cielo, provocándonos con su sonrisa desdentada. Y si no fuese porque alguien ya ha estado allí, doce "alguienes" en concreto, me atrevería a decir muchas cosas sobre ella. No obstante, no vamos a cuestionar la ciencia de nuestros intrépidos exploradores, al fin y al cabo, quién no quisiera dejar su huella en las alturas, en la historia de la humanidad. Yo siempre me vi capaz, aunque sin duda alguna no lo habría hecho tan bien como ellos. No, seguro que no... yo, para subir, habría optado por la clásica idea de la escalera, y la primera huella habría sido la de mi pie descalzo sobre la arena blanca. ¿Botas de goma? Venga, seamos un poco más románticos.


En fin... es igual, quién fuera Neil Armstrong, o cualquiera de esos doce privilegiados con botas de goma.


Supongo que en el futuro nuestro cercano satélite se convertirá en un destino turístico más, en una bola de polvo blanco pisoteado, y el placer de sentirse diminuto tendremos que buscarlo más allá de las cervezas con amigos en las cortas noches de verano.


Así que aprovechen todo cuanto puedan amigos, porque vivimos en un mundo en el que la multitud tiende a degradar la esencia de las cosas.

¿Por qué? Porque tenemos miedo de andar sin nuestras botas de goma, de cansarnos si la escalera del escapismo es demasiado larga. Por eso siempre buscamos que todo sea más fácil, y los grandes retos pasan a ser caminos cortos hacia una felicidad que lo mediocre hace cada vez más lejana.

Olvidamos que no todos los héroes llevan capa, culpamos a la costumbre de escarchar con su rutina el éxtasis de la vida y continuamente convertimos los milagros y los tesoros en negocios de lo cotidiano.




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